Editorial

De Juana, menos de un año por crimen

SÓLO sus partidarios pueden estar contentos hoy. La indignación popular por la salida de prisión del etarra Ignacio de Juana Chaos es comprensible: por sus 25 asesinatos, el terrorista sólo ha cumplido 21 años. 3.000 años de condena reducidos a eso por revisiones dudosas y por un anterior Código Penal en exceso condescendiente con un asesino que no se ha arrepentido de sus crímenes y que proclamó en una carta que "sus llantos son nuestras sonrisas" en relación al dolor que sintió toda España cuando ETA mató al concejal Jiménez Becerril y a sus esposa Ascensión García. De Juana Chaos no sólo es un etarra más, ha sido uno de los pistoleros más sanguinarios, uno de los jefes del comando Madrid y el hombre que le echó un pulso al Estado durante la tregua de ETA con una huelga de hambre que tuvo una respuesta insultante para sus víctimas por parte del Gobierno: aquellos paseos con su novia Irati alrededor de la clínica de San Sebastián donde su hermana era una de las jefas de Enfermería. Una ignominia. Sin embargo, y a pesar de las deficiencias con la que el Estado de Derecho trata algunas veces a las víctimas, De Juan Chaos salió ayer de prisión sin que Administración alguna pudiera evitarlo. Ahora bien, este caso no puede quedar aquí: el rechazo que expresaron sus víctimas en Madrid y en San Sebastián es un grito de dignidad que debe venir acompañado de investigaciones por parte de la Fiscalía que traten de encontrar los bienes reales de De Juana, porque este terrorista no sólo fue condenando a prisión, también a una indemnización que no quiere pagar por autotitularse insolvente, y del control de sus movimientos. El Gobierno y el líder del PP pactaron en su última reunión un endurecimiento de las penas a los terroristas, así como otras medidas de protección de las víctimas, como la que no sea vean obligadas a convivir en las mismas calles con aquél que mató a su padre, a su hermano o a su marido. Los gestos de rechazo a estas medidas de personas que ocupan un Gobierno, como el consejero vasco de Justicia, sólo producen vergüenza.

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