Economía para principiantes

Fede Durán

Jubilación de lingote

LAS nóminas en Wall Street están volviendo a los niveles anteriores a la crisis. Y el sector hace un alarde de su garra política para bloquear hasta las más mínimas reformas". Lo escribe Paul Krugman en el New York Times sin saber que al mismo tiempo, en la remota y pintoresca dimensión española, los poderosos de las finanzas construyen un paralelismo desacomplejado. José Ignacio Goirigolzarri cobrará 52 millones por largarse del BBVA, donde era consejero delegado. Alonso ganará por tres años en Ferrari 60 (quizás 65, depende del sentido del espectáculo del periódico que ustedes hayan consultado). Pero al menos él inyecta en las venas del aficionado un placebo sin precio, el de la victoria o la derrota, que al fin y al cabo son sinónimos de cierto vitalismo de sofá muy agradecido en las tediosas tardes de domingo.

Goirigolzarri no sabe, o sabe perfectamente, tanto da, que el G-20 quiere meterle mano a los suyos. A la tribu banquera. A los hombres mejor pagados. Igual se ha pirado porque lo veía venir. Igual comprende que Pepiño, cuando habla y gesticula, lanza un mensaje macizo, demoledor y definitivo que anticipa la postura incorruptible del Gobierno. Tan incorruptible como la de Obama, feroz en campaña, tibio al pisar la Casa Blanca y manso hace un par de semanas, cuando afirmaba en directo y desde la pantalla que alguien debería darle una buena razón para limitar los sueldos del sector financiero sin atreverse a la vez con el resto de la élite americana.

¿Argumentos en contra de hacer infelices a los felices banqueros? Fácil. La banca nada en las cuasianárquicas aguas del sector privado. Se organiza (cuasi) como quiere y, en consecuencia, retribuye como mejor le parece. En este país, el Ejecutivo no ha necesitado rescatar de la catatonia financiera a ningún banco -la CCM es una caja, harina de otro costal-. El contribuyente, pues, no puede quejarse si uno se retira a lo grande. La historieta de la moral, el afán del dar ejemplo son higiénicas obsesiones sin predicamento en la pilla y nada filosófica España. Como diría aquél con prodigiosa inexactitud, quien quiera rectitud que se meta a cura.

Yo sugeriría al G-20, ese club con nombre de coche, que se olvide de erradicar los paraísos fiscales. Menuda quijotada. Los ricos no necesitan una cuenta en las Islas Caimán, Brunei o Liberia para forrarse al cuadrado. Si tienen un poco de ojo, sabrán que lo más sabio, o al menos lo más rentable y divertido es hacerse banquero en los ratos ociosos, cupulear un poco, auspiciar un fichaje cojonudo en la F1 e irse cada noche a la cama con el horizonte de una jubilación dorada no por la libertad y el descanso sino por los lingotes.

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