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OTEANDO El intermedio, con El Gran Wyoming, mientras permanecía enfrascado en labores domésticas sin interés, identifiqué la melodiosa sintonía que Adolfo Waitzman compusiera un buen día como marca de fábrica del mítico programa Un, dos, tres. Y ya se sabe, mitad por curiosidad, mitad por instinto, abandoné los quehaceres para ver, además de oír, de qué se trataba el asunto.

"El único programa de la televisión que no es diario ni semanal. El único programa que se emite cuando nos apetece, cuando queremos molestar a alguien". Así lo definió, más o menos, una presentadora transmutada en azafata del programa. Hasta que se dio paso al gag en cuestión.

Decorado de Un, dos, tres, música de Un, dos, tres, y el título ligeramente modificado, Un, dos, tres, a hacer daño esta vez. Wyoming ejerce de concursante junto a una de las componentes de su equipo. La azafata lee la pregunta. "Canciones famosas de Massiel a lo largo de los últimos cuarenta años además del La, la, lá. Por ejemplo, La, la, lá". Se inicia la melodía del cronómetro. Wyoming frunce el ceño. Su compañera se queda muda. Parece que va a decir algo, pero no, todo se queda en un intento frustrado.

Transcurren los cuarenta y cinco segundos. Y Wyoming no abre la boca. La azafata dice que no hace falta multiplicar nada. Que sólo hay una respuesta acertada. Se acaba el juego. "Hasta aquí Un, dos, tres, a hacer daño esta vez. Y El intermedio pasó página. Ese fue uno de los gags más lustrosos de cuantos pudimos ver en la televisión a lo largo del pasado lunes. Como decían en otro programa de Guillermo Summers, Esto es lo que hay.

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