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Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Jugando a 'Mastercity'

De una ciudad sus gestores airean las buenas nuevas y pasan por la trituradora todo lo que no parezca edénico

Nunca como hasta ahora se registró una fiebre tan alta por los rankings, las clasificaciones y los récords. Estas tablas, tradicionalmente propias de las competiciones deportivas -históricamente de las guerras-, y sujetas por lo tanto al azar y al esfuerzo -cada vez menos- como a los recursos económicos y al poder financiero -cada vez más- de los contendientes, están ya al orden del día en cualquier actividad y hasta fenómeno, pues lo mismo se mide el declive del encaje de bolillos que se testa el auge del turismo. Por lo visto hay interés social para lo uno y para lo otro. Hay que calibrar lo que sea: algo tan importantísimo como la finura o la gordura de la arena de las playas y una minucia como el tiempo que debe aguardar en una lista de espera un ciudadano para ser operado de un quiste tienen gancho, atraen la curiosidad. Pero así y todo es lo de menos, porque lo fundamental en esta era poscapitalista es que eso, la medición y la clasificación de cualquier asunto, incluida la elaboración de una lista con Las Diez Gilipolleces Más Grandes, constituye ya un verdadero negocio. Si no, ¿de qué se habrían creado tantas empresas, consultoras las llaman, dedicadas a informar -o a hacer a veces todo lo contrario- del lugar en el que encontraremos el mejor servicio público de bicicletas o del más nefasto aire que se pueda respirar en una ciudad?

Mayormente, claro, se trata de de ser el número uno (para algunos lerdos hasta en la lista apuntada de Las Diez Gilipolleces Más Grandes). Nadie quiere saber -y menos aún que quede constancia pública- que es lo peor en esto o lo más malo en aquello. Para saber que se tiene cara de derrotado sólo hay que mirarse al espejo cada mañana. Por lo que respecta a una ciudad, sus gestores políticos contarán -es de suponer- con los informes pertinentes. Y ya se sabe: los airearán a los cuatro vientos si las nuevas son buenas o los pasarán por la trituradora si no reflejan un panorama edénico. Porque ya todo, absolutamente todo, está atrapado en su debe y su haber. Lo mismo entran en la lid los ayuntamientos que las universidades que los clubes gais. Aquí te lo dan todo, aquí no te dan nada. Y así somos bombardeados por innumerables listas acerca de lo que se supone que son nuestras preferencias y nuestras quejas... sin que nos hayan preguntado por ellas. Pasa con la ciudad, con ésta y con todas. Porque está aquí uno, en esta Sevilla que muchos quieren que esté hasta en la sopa -y hacen todo porque así sea-, y le llegan noticias idénticas de otros lares. Todo es fetén. Estamos que nos salimos. La ciudad vibra como number one.

¿Seguro que salen gratis esas estadísticas tan complacientes?

Porque después está el crudo reverso, el de las otras listas: como la de los barrios más pobres de España, o la de los puntos negros en el tráfico del casco urbano... Ah, y esa otra, la de los parados.

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