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Juguetes sin niños

Ya sólo les atraen los viajes virtuales y galácticos o se ven más solicitados por tradiciones que absorben todo su tiempo

Q style="text-transform:uppercase">uienes, empujados por una cierta querencia infantil, se hayan acercado en estos días navideños, a la estación de Santa Justa, en Sevilla, habrán disfrutado nuevamente de una maravillosa -en su sentido más literal- exposición de trenes en miniatura, electrificados y a escala, organizada por una meritoria asociación de amigos de los ferrocarriles y antiguos empleados de Renfe. Pocas cosas pueden dar más vuelo a la nostalgia y fabulación que contemplar, en una superficie de pocos cientos de metros cuadrados, trenes de todas épocas y clases, desde los más primitivos a los recientes AVE, circulando por un entorno fingido, pero bien planificado. Cada uno de esos modelos y recorridos mezclan pasado y presente, viaje y vida en sus minuciosas y fidedignas reproducciones. Bastaba verlos entrar y salir de sus simulados túneles, puentes y estaciones para lanzarse a soñar. ¡Cómo con tan modestos medios se puede conseguir dar tal fiesta a los sentidos y a la imaginación! ¿Quién no puede recordar una aventura relacionada con un fortuito encuentro en tren? ¿Cuántas promesas escondía iniciar un largo viaje devorando por las ventanillas paisajes desconocidos? ¿Cómo olvidar aquellas novelas decimonónicas que parecían escritas sólo para ser disfrutadas en la calma de un expreso nocturno ?

Una exposición de este tipo permite evocar, pues, lo ya ido, pero también proyectar ilusiones sobre el moderno tren que todavía nos aguarda. Por eso, a los organizadores, desde sus diminutos puestos de control, se les veía, generosos y desprendidos, disfrutar como niños. Y lo de niños está escrito a propósito, porque ellos -ya mayores y canosos- encarnaban, en la amplia sala, casi la única alegría infantil: ya que niños-niños apenas había ¿Dónde estaban los niños sevillanos, que no se sentían llamados a contemplar, sin hacer colas, tan prodigioso, estimulante y gratuito juguete? Quizás, ya sólo les atraen los viajes virtuales y galácticos o, tal vez, se ven más solicitados por tradiciones que absorben todo su tiempo y excluyen prestar atención a juegos más terrenos. Lo cual conduce siempre al mismo interrogante: ¿el excesivo peso de las tradiciones sevillanas dificulta o retrasa que los niños descubran, en este caso, que el tren es el medio, la mejor metáfora, para adentrase por otros horizontes y abrirse al conocimiento de lo diferente? Y luego, si quieren, pueden regresar enriquecidos con nuevas experiencias.

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