NUNCA un vecino de una barriada había recibido tantas llamadas telefónicas del presidente del Gobierno y del líder de la oposición. En vano le interpelan Zapatero y Rajoy al padre de Mari Luz para paliar la vergüenza nacional del caso Mari Luz. A buenas horas le llaman a El Torrejón, el patio trasero de Huelva, que Juan José Cortés ha convertido en el hemiciclo de la España más sensata. Desde su calle es el parlamentario de mejor oratoria y mayor aplomo pese al desgarro que sufre por la muerte de su hija y por cómo políticos y jueces eluden sus responsabilidades.

Ahora, tras la ridícula sanción de 1.500 euros para dar carpetazo al escándalo, intuyo que Cortés volverá a recabar firmas por toda España. Tras impulsar el endurecimiento penal de la pederastia, ahora le toca remover el canon de sanciones a jueces y funcionarios judiciales. Y pronto le llamarán para que visite de nuevo Moncloa y el Congreso de los Diputados, donde también son capaces de alegar falta de medios para que ni con socialistas ni con populares la Administración de Justicia reciba la justa financiación justa. Financiación, palabra maldita... Será una reacción tardía, una vez más, para cambiar las obsoletas normas de régimen interno sancionador, congraciándose con un padre de familia que se ha ganado el estatus de mirarles de igual a igual, como portavoz del grupo parlamentario de la España digna, serena y humillada.

Andalucía eternamente injusta donde el que la hace no la paga. Ni dimisiones políticas ni destituciones administrativas ni suspensión temporal en el uso de la toga. Valle Inclán hubiera incluido este episodio en sus esperpentos y, a modo de estrambote, la coincidencia de comunicar el mismo día la sanción de 1.500 euros al juez Tirado y la de 5.000 euros al juez de Toledo que orina en los lavabos del despacho con la puerta abierta mientras dicta una resolución y se mea en la dignidad de sus colaboradores. Otra ganga. Otra burla.