Labor de zapa

Salta a la vista que la sociedad española vive una época conflictiva, con heridas que conviene suturar pronto

Si se mira hacia atrás en el año transcurrido, salta a la vista que la sociedad española vive una época conflictiva, con varias heridas puntuales que conviene suturar pronto. Estas heridas pueden ser graves, pero hay muchos interesados y empeñados en mostrar que son consecuencia, manifestaciones, de una enfermedad crónica, incurable, de España que viene, además, de antiguo. Si se mira también hacia atrás, se observa que esta corriente de opinión negativa y fatalista, circula cada vez más por libros, prensa y demás medios, sin que se le haya prestado, en el año transcurrido -y en los anteriores-, la atención que su peligro merece. Y, sobre todo, sin que reciba un género de réplica que neutralice su efectiva labor de zapa.

Podría pensarse que las ofensivas ideológicas separatistas vasca y -en estos momentos, aún con mayor empuje- catalana se limitan a una exaltación de las singularidades propias y a quejarse del mal trato recibido desde Madrid. Un enfoque, pues, que tiene como destinatario el mercado político interno de cada una de esas regiones. Pero esta labor continua y corrosiva ya resulta muy conocida. En cambio, tiende a ignorarse, aquella otra tarea, más sutil, subyacente, que presta un gran apoyo al separatismo, al facilitarle otra clase de justificación: el problema de España con sus regiones periféricas se arrastra desde siempre. España no ha logrado constituirse nunca como país unitario, cientos de cosas han contribuido a que sea un país fracasado, frustrado, intolerante, manejado siempre por una minoría fanática, despótica y egoísta. Resumido todo ello en un franquismo que ha sido la consecuencia directa de la situación histórica anterior y que se ha mantenido hasta los tiempos actuales, porque vienen a ser lo mismo. Como resultado de este diagnóstico histórico, a las regiones más europeas y modernas de la península no les cabe más solución para salvarse, que independizarse de país tan anacrónico.

Pero este retrato tan caricaturesco e interesado de España no hubiera tenido mayor importancia de no haberlo asumido, como propio, una supuesta izquierda tan reaccionaria (en palabras de Félix Ovejero) que ha visto en esta declaración la coartada para no tener que pensar más y entregarse de cuerpo y alma a los intereses reaccionarios de los separatismos, vasco y catalán. Sin pensar que ese separatismo encubre a los defensores de los privilegios de unos territorios, frente a lo único que debe ser prioritario, tanto en la izquierda como en la derecha: la igualdad de derechos entre los individuos de cualquier región de España.

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