RESULTA que cuando Lampedusa era un término al que sólo asociábamos con El Gatopardo nos aparece como escenario de una de esas tragedias que el mundo nunca podrá hacerse perdonar. Esa isla del archipiélago de las Pelagias se nos venía a la sesera por ser el apellido del autor del Gatopardo, gran versión novelada de la unificación transalpina. José Tomás Lampedusa, príncipe del mismo nombre y natural de la vecina Sicilia, fue autor de esa cumbre del cinismo que es "si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Es la versión rosa de la vida, pues la negra realidad nos ha traído el drama de doscientos náufragos en ese rincón mediterráneo que iban buscando un mundo, una vida, que sigue siendo señuelo para desesperados, pero que ya dudamos de que exista en alguna parte y que exige que todo cambie, pero de verdad.
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