Abucheos a Junqueras en la concentración contra la cumbre hispano-francesa / Europa Press

Antes que periodista, soy lector de periódicos, es como si la imagen de la mariposa de papel abierta sobre la mesa me masajease el cerebro todas las mañanas, colocase bien algunas piezas desparejadas y me diese cierta sensación de comenzar bien el día. Mucha gente, casi la mayoría, lee diarios para autoafirmarse, reconocerse con su grupo y alimentarse de argumentos, lo que nos lleva a cometer bastantes errores de sesgo cognitivo, leemos lo que queremos que nos escriban.

A mí también me pasa, somos humanos, pero me gusta leer a los malos, me ha parecido siempre fascinante encontrar esas réplicas escritas. En la escala de maldad, primero están los malos de verdad, los terroristas, por ejemplo. A partir de ese rasero, todo mejora, hasta el punto de que casi coincido con quienes serían mis malos veniales.

En el País Vasco, leía Gara y, antes, Egin; no es que sólo atendiese a esos periódicos, pero no los rechazaba, allí había mucha información que me faltaba y hasta lograba saber cómo pensaban los lectores a los que iluminaban esos órganos donde ETA se expresaba. Y eran aquellos tiempos en los que llevar un diario u otro marcaban hasta con la propia vida.

Durante el otoño de 2017 leía la prensa independentista catalana, y aunque casi toda la prensa catalana fue independentista en esos meses, los más radicales, los que ellos mismos llamaban los hiperventilados, eran mis favoritos. Como comprenderán, los indepes no están en el rango de maldad de ETA, les llamo malos sin ninguna razón moral, sino porque actuaban en contra, de lo que entiendo de modo subjetivo, como mi interés general.

Los favoritos eran los de VilaWeb, estos contaban majaretadas tales como que Puigdemont podía refugiarse en la embajada de Bélgica, al estilo de Julian Assange, una vez proclamada la independencia de Cataluña. Como fui comprobando, eran los más acertados, sus locuras eran delirantes, pero anticipatorias y, de hecho, he sabido después que los servicios españoles de inteligencia sólo manejaban en aquellos momentos fuentes abiertas. Es decir, que sabían más o menos lo mismo que un periodista.

A Oriol Junqueras le silbaron en la manifestación independentista de ayer en Barcelona, lo abuchearon y le llamaron botifler, el momentum de la contradicción le ha llegado. Él, que no lloró durante tres años de prisión, lo hará ahora, lo sé de muy mala tinta.

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