La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Legislar en caliente y sin cabeza

¿Cómo probar que hubo un sí explícito? ¿Basta la palabra de la mujer? ¿Será necesario un documento?

Percibo una en nuestros gobernantes y no pocos ciudadanos una desconexión cada vez más grave entre deseo y realidad, proyecto y medios adecuados para llevarlo a cabo, sentimiento y razón. Siempre ha sido difícil encontrar un punto de equilibrio entre unos y otros, pero ahora parece que hasta se ha renunciado a intentarlo.

Un día se condena a 49 años de cárcel a un profesor por abusos sexuales continuados, lo que me parece muy bien porque el hecho repugnante tiene el agravante de las relaciones de confianza y superioridad establecidas entre un profesor y sus alumnos. Y al siguiente se condena a un sujeto a nueve años de cárcel por asesinar a su padre asestándole 117 puñaladas, aduciéndose arrepentimiento, consumo de drogas y trastorno mental pese a que el informe del psiquiatra forense afirma que el acusado "no tenía ninguna psicopatología que le impidiera saber lo que estaba haciendo porque no había ruptura con la realidad". Aunque -se añade- el consumo abusivo de drogas "pudo hacer que interpretara la realidad de manera diferente". Parece que el dubitativo "pudo hacer" pesó más que el seguro "no tenía ninguna psicopatología".

Carmen Calvo ha dejado atónitos a muchos juristas al proponer una reforma legal, inspirada en un reciente modelo sueco, para que los tipos penales de las agresiones sexuales no dependan de las pruebas. "Si una mujer no dice sí expresamente, todo lo demás es no". En esto todas las personas razonables -y aunar persona y razón es la meta de toda sociedad civilizada- estamos de acuerdo: cualquier relación no consentida es violación. Los suecos contemplan tres situaciones: violencias y amenazas; vulnerabilidad por drogas o inconsciencia y abuso de poder. Nadie puede negar que en estas tres circunstancias se trata de una violación. ¿Pero cómo probar que hubo un sí explícito? ¿Basta la palabra de la mujer? ¿Será necesario un documento o una grabación? ¿El hombre queda indefenso? ¿Qué sucede con la carga de la prueba (obligación de probar los hechos) y la presunción de inocencia? Esto puede tener resultados gravísimos dada la justa dureza con que este delito se castiga. Una vez más entran en colisión deseos y realidades, sentimientos y razón, subjetividad y objetividad. Y nada menos que en las leyes. No se debe legislar en caliente, se repite. Y tampoco sin cabeza. El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

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