Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Lenin y El Cid

Aquí se da que cuanto peor, mejor: el Siglo de Oro, la Generación del 98, el gol de Iniesta, Mundial de China

Por simple estadística, algo bueno, grandioso nos espera a la vuelta de la esquina. A la vejez, bolcheviques. Los españoles nos hemos vuelto con el tiempo leninistas y hacemos nuestro el axioma de Vladimir Ilich Ulianov: "Cuando peor, mejor". El mismo que yo utilizaba para ponderar los méritos de los cines de verano, donde cuanto más insignificante y mezquina fuera la película mayor era el disfrute. ¡Oh, la brillantez, qué insoportable pesadilla! Dios y sus hermeneutas confunda a los epatantes.

Cuanto peor, mejor. El Siglo de Oro, que fueron dos siglos, eleva las artes y las letras hasta unas alturas inigualables justo después de la bancarrota que sucedió a la pésima gestión de los beneficios de la carrera de Indias. España marcó la pauta de la cultura con una dimensión universal de la que da precisa cuenta José Varela Ortega en su libro España. Un relato de grandeza y odio, con el impacto tremendo que tuvieron productos patrios como el Quijote o la Gramática de Nebrija.

La pérdida de las colonias precede al surgimiento de la Generación del 98, que la acompaña en el sentimiento y hasta en el guarismo, con el legado de Valle, Azorín, Baroja y Unamuno. La generación del 27, que cronológicamente nace en las exequias en diferido de Góngora, coincide con la antesala del crack del 29. A España le cogió cazando mariposas la crisis de Lehman Brothers. Con la mayor recesión de los últimos tiempos, con la cabeza gacha de analistas, plañideras y políticos, España se llenó de banderas para celebrar el Mundial del gol de Iniesta.

Para mitigar los complejos de inferioridad, el aquelarre de nuestros propios demonios, hemos sacado de las alforjas a nuestros héroes más aseados: Magallanes, El Cid Campeador. Sin Gobierno hemos ganado el Mundial de Baloncesto. Una gesta magallánica con escala en cinco continentes: España le ganó a Argentina en China después de eliminar a Australia en un torneo que empezamos venciendo a Túnez.

¿Hay vida más allá del conflicto catalán? Seguro que España saca lo mejor de sí misma. Los identitarios intentan todo lo contrario, secuestrando hasta los símbolos, convirtiendo la bellísima lengua catalana, la de las canciones de María del Mar Bonet o la que debió escuchar Carlos Barral a los pescadores de Calafell, en una jerga administrativa, casi argótica, de mascachicles. España calienta en la banda, igual se está fraguando la generación de los 20.

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