La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Lentejas, a 2,50 euros

Con la crisis se abrieron los salones de casas de rancio abolengo donde comer menús económicos

La crisis generó nuevos hábitos y creó una oferta adaptada a la tiesura. En aquellos denostados años florecieron las marcas blancas de cerveza, los bares de bajo coste, la posibilidad de llevarse a casa la botella de vino descorchada en el restaurante, los comercios de arreglos de la ropa, etcétera. En Sevilla aparecieron unas cuantas casas particulares donde se organizaban los almuerzos que hasta el desastre de Lehman Brothers tenían lugar en los reservados de los restaurantes de siempre. Las señoras de apellido de rancio abolengo se pusieron a cocinar, ofrecieron los amplios salones de sus hogares y la cosa fue un éxito. Veinte años antes hubieran abierto quizás una pequeña tienda de ropa femenina (la boutique) con la que procurarse unos ingresos, o hubieran hecho de comerciales distinguidas de alguna marca de productos cosméticos de venta a domicilio. Pero en esta ocasión, tal vez porque la sociedad ya era más sofisticada, decidieron ponerse a cocinar y abrir sus propias casas, bien ubicadas, generosas en metros cuadrados y en ventanales. Allí se encontraban, en mesas distintas, un alto directivo de banca, un reputado abogado o un artista reconocido con casoplón en Santa Cruz. Y al contrario que en muchos establecimientos, nunca había prisas por cerrar. De aquellos años ha quedado una oferta de comida casera para llevar que, si bien no está directamente generada ya por una crisis económica, revela que hay demanda porque el personal no quiere perder el tiempo en los fogones. "Simplifica tu trabajo en la cocina", reza la discreta publicidad que se reparte entre las amistades, de ahí la elección del tuteo. "Encarga tu menú semanal". "Todos los platos son congelables". Y aparece la firma de una señora muy conocida de la ciudad. La ración individual de garbanzos o de lentejas de vigilia, a 2,50 euros. El litro de caldo del puchero, a 5 euros. Albóndigas de ternera, 4 euros. El pollo en salsa con aceitunas, 4,50 euros. Y te lo llevan a casa por sólo 6 euros. Y así hay señoras que se ganan los euros desde hace años con toda discreción y oficio. La crisis pasó, pero no la poca afición de las nuevas generaciones no ya por saber de cocina, sino por poner una mesa. No es de extrañar que luego nos den gato por liebre, ni que hayan desaparecido en muchos restaurantes los manteles o los cubiertos de servir. El asco que da cuando un nota, porque no tiene otro nombre, mete su tenedor chupado en el plato común de la verdura y se toma la licencia de servirte. Mejor llamar por teléfono y encargar las raciones individuales de lentejas de vigilia, que además son ricas en hierro. Y así se asegura uno que no le meten la cuchara usada.

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