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Editorial

Leopoldo López o la causa de la democracia

LAS recientes declaraciones de Franklin Nieves, fiscal del Ministerio Público venezolano, en las que asegura que el "cien por cien" de las pruebas contra el líder de la oposición, Leopoldo López, "se inventaron" ponen en evidencia que, en Venezuela, hace tiempo que dejaron de regir algunos de los principios elementales sin los cuales una democracia no puede existir: libertad de prensa, separación de poderes, respeto por las minorías políticas, etcétera.

A estas alturas, resulta fatigoso repetir que una democracia es algo más que un sistema en el que se celebran elecciones cada equis años. Sin Estado de Derecho, sin un profundo respeto a las instituciones y los procesos judiciales, este sistema se convierte, sencillamente, en una farsa, como actualmente está ocurriendo en Venezuela. El fiscal Nieves se ha jugado la vida y ha huido a EEUU para denunciar que "hasta los testigos" que se usaron para condenar a Leopoldo López "fueron falsos, porque fueron obligados a declarar lo que nosotros queríamos". La comunidad internacional no se puede quedar parada ante una evidencia más del atropello continuo de los derechos individuales y colectivos de los venezolanos. La causa de Leopoldo López es ya la causa de la decencia política y de la democracia en todo el mundo, al igual que lo es también la de Ali Mohamed al Nimr, encarcelado desde los 17 años cuando en 2012 participó en protestas contra la teocracia de Arabia Saudí (el fiel aliado de EEUU) y condenado ahora a morir decapitado y crucificado.

Sin embargo, pese a las evidencias de la deriva autoritaria y antidemocrática del régimen chavista bolivariano, en España todavía hay formaciones, como IU y, sobre todo, Podemos, que lo siguen defendiendo alegando unos beneficios sociales que sólo ven ellos. El país latinoamericano, asediado por la caída de los precios del petróleo y la mala gestión y el despilfarro de sus gestores, vive uno de sus peores momentos con una crisis de abastecimiento que recuerda a los peores momentos de las repúblicas del bloque comunista durante la Guerra Fría. Defender al chavismo no es sólo defender el autoritarismo y el matonismo político, sino también a la inoperancia económica y social, con el consiguiente sufrimiento de las clases medias y populares.

Leopoldo López, que sigue cumpliendo condena en una cárcel de Venezuela, es ya el símbolo y la esperanza de la oposición democrática. Su libertad debe ser una preferencia en cualquier diálogo que se establezca con Venezuela.

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