Libre te quiero

Si la literatura pone orden en el caos de la vida, Grandes y Martínez Reverte vinieron a reclamar la vida en la palabra

La muerte ahora, lo confieso y digo la verdad, no es un asunto literario". Dice Luis García Montero, con el que no recuerdo haber discrepado jamás y aún menos cuando nos habla con las limpias palabras de su poesía y sin embargo el miércoles pasado los astros se conjuraron para llevarle la contraria. Si la literatura pone orden en el caos de la vida -nos ordena y cuando nos desordena lo hace desde el íntimo orden de la verdad literaria- ese día Almudena Grandes en Sevilla y Jorge Martínez Reverte en Madrid vinieron a reclamar la vida en la palabra. Sus palabras. A fuer de ser invocados, nombrados, queridos. El poeta de Granada presentó su último poemario, una crónica de Un año y tres meses, el tiempo que la enfermedad le permitió vivir a su mujer, acompañarla en el dolor y decirle adiós. O quedarse para siempre. A la misma hora supimos vivo y presente al escritor y periodista Martínez Reverte, en el homenaje que un amplísimo grupo de amigos -íntimos todos como dijo su hijo Mario- le dio en la Residencia de Estudiantes, esa institución que Jorge valoró tanto por su pasado y su presente. Y que representa el espíritu liberal que hizo posible esa inteligencia feraz de los años veinte y treinta del siglo pasado desde Ortega y Lorca a Zenobia y Dalí. A Jorge se le recordó tanto en su oficio de periodista multidisciplinar (colleja por esa palabra, fijo) como escritor igualmente profuso, desde crónicas de la Historia contemporánea a ensayos, cuentos, novelas y esa serie detectivesca y desternillante que tenía al antihéroe Julio Gálvez como protagonista. Almudena y Jorge se encontraron muchas veces, pero además compartieron una vocación: la de poner rostro -real o imaginado- a la Historia. Como dijo Álvarez Junco -historiador de referencia- Martínez Reverte contaba historias que nos hacían entender la Historia. Como Almudena puso rostros para siempre a los Episodios de la Guerra interminable, tantas veces callada, ocultada, mutilada. La última novela de Jorge, Libre te quiero, cogió prestado el título a una canción de Amancio Prada con versos de García Calvo: algún día habrá que hablar de la bendita oportunidad de llamarse, algunas veces, García. A Almudena y a Jorge los sentimos cerca como el marido poeta escribe: "Comprendí la factura de querer de un modo tan completamente viernes". Y el miércoles fue viernes para todos, amigos y/o lectores. Los que saben, sabemos, que las palabras nos salvan. Y sobreviven. Esta mañana se falla en el Alcázar el premio de novela que lleva el nombre de la escritora que descubrió la brújula en el Sur y que nunca faltó a la cita con sus lectores en Sevilla. La literatura nos ordena, insisto. Sobre todo, si nos respetan tanto como Jorge y Almudena, que libres nos quisieron y a los que libremente seguiremos queriendo. Y leyendo, valga la redundancia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios