Libros, libreros y librerías

Puntual como cada año llega por estas fechas la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión

Puntual como cada año llega por estas fechas la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión. No podía ser en otro momento que en pleno otoño, estación preferida por todos aquellos afectados por el virus lector y por la incurable enfermedad de la bibliofilia. Las lecturas playeras de novelones de carril no tienen nada que ver con las que tienen lugar al amparo de la lumbre o la copa de cisco acompañadas, por qué no, de un brandy andaluz. Esta feria llega como las castañas y las setas cuando los campos estallan en mil colores entre los que predominan el amarillento y el ocre de las hojas prestas a caer.

Hasta ahora han fracasado todos los videntes que auguraban cercano el fin del libro impreso. Se les nota a todos ellos el desconocimiento del tema. Preconizar la desaparición del libro es un ejercicio de videncia similar al milenarismo o la pronta invasión del planeta por naves extraterrestres. Se les nota no solo que no aman los libros, sino que ni siquiera conocen a esos bichos raros que somos los que los amamos. El libro es un objeto tan perfecto como la obra del alfarero y, ésta, conserva su lugar y sigue manteniendo su valor a pesar de la aparición del plástico y el acero inoxidable.

Desaparecerán, bendita hora, los libros malos, mal editados, mal encuadernados y en mal papel. Pero los libros bien hechos, bien impresos y con un contenido de calidad permanecerán mucho tiempo. Siempre habrá alguien que los valore, los compre y los cuide, como se conservan bargueños y cómodas de caoba, en tanto van pronto a la basura modernos muebles de aglomerado y rechapado.

Las librerías de viejo son las auténticas librerías, regentadas por libreros y no por simples vendedores. En ellas es posible entablar una conversación y establecer amistad. Aquello no es un supermercado de objetos de papelería y otros artefactos elaborados en hojas de papel, impresas a dos caras, unidas en forma de libro y fabricadas en serie bajo las más estrictas normas del mercado. Cada ciudad tiene su Cuesta de Moyano dispersa y sólo es cuestión de hacerse un itinerario y situar las librerías. Ahora las tendremos durante un tiempo todas juntas y podremos acercarnos al auténtico libro, al ejemplar único y raro, a esos personajes peculiares que son los libreros de viejo y a esos seres singulares que somos los amantes del libro. Juntos formamos la república de los amantes del libro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios