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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Llegamos con la ceniza puesta

Empieza esta Cuaresma sin meta sevillana. ¿O alguien lleva la cuenta de los días que faltan para el Triduo Pascual?

Llegamos a este miércoles con la ceniza puesta. Y de la antigua, la que abría una Cuaresma de altares velados, la que no esquivaba la realidad de las cuatro postrimerías -muerte, juicio, infierno, gloria- ni el poderoso nervio trágico, frente al que el existencialismo palidece, que va del Eclesiastés ("antes de que el polvo vuelva a la tierra, como lo que es") a la epístola de Santiago ("sois bruma que aparece un instante y después desaparece"). La ceniza del "recuerda, hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás". Este año la ceniza nos la ha ido imponiendo día tras día la realidad a lo largo de muchos meses negros. Quemando los olivos del anterior Domingo de Ramos se hace la ceniza de este miércoles. No hubo celebraciones de Domingo de Ramos el año pasado, ni ramas de olivo en las manos: estábamos confinados. Pero no ha faltado la ceniza. "Recuerda, hombre...".

En Sevilla muchos vivimos estas cosas de una forma paradójica que escandaliza a los rigurosos. ¿Severo rigor? Todo el año. Baste citar la severidad del Calvario y de Fundación, la fuerza trágica del Gran Poder, la devastación de Humildad y Paciencia y de Salud y Buen Viaje, la tristeza del Valle, la tragedia de la Amargura, el hondo silencio de Pasión o la pirámide de aflicción de la Quinta Angustia. Pero también alegría. Puramente humana, sensorial y sensual, porque el aire se entibia, la luz se alarga y las noches se aterciopelan; y a la vez puramente religiosa: esta es la ciudad que enciende en la madrugada y la mañana terribles del huerto, los flagelos, las espinas y la muerte la luz inextinguible de esa Macarena cuyo milagro es ir más allá de su propio nombre porque, más que Esperanza, es certeza de resurrección.

Alegría y penitencia, felicidad y rigor, van aquí de la mano. Mi memoria de la Cuaresma es la felicidad del inicio de las emisiones de Saeta, los discos de marchas en Casa Damas, las postales Escudo de Oro en los quioscos, el programa gordo de El Correo de Andalucía, los pasitos de la Papelería Ferrer, las tardes de paseos por esa trama maravillosa de calles de entre Feria, San Luis y San Julián. Una felicidad tensada por la espera de una Semana Santa pregonada por la luz y el azahar. A esa memoria me acojo este año de Cuaresma sin meta sevillana, camino que no lleva a ninguna parte. Porque, no nos mintamos, ¿alguien lleva la cuenta de los días que faltan para el Triduo Pascual?

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