La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Llevándoselo todo por delante

Sería tentador aplicarle la frase de Napoleón: "No hay que interrumpir al enemigo cuando se está equivocando"

Ha mentido tanto, se ha desdicho tan vergonzosamente, ha faltado tan clamorosamente a la palabra dada, ha dejado tan claro que llegar al poder y mantenerse en él es su único proyecto político, y él mismo su única lealtad, que Sánchez ya solo puede huir hacia adelante. Una mentira tapando otra, un desdecirse disimulando otro, una deslealtad encubriendo otra. Le pase lo que le pase al país y a los ciudadanos, que todo indica que le importan un higo como ha demostrado la vergüenza (por el pacto con Bildu), la bronca interna (la ministra Calviño afirmando que el Gobierno está para resolver problemas y no para crearlos) y la casi generalizada crítica (hasta los más destacados medios afines se han escandalizado esta vez) de la reforma laboral lastrada desde su génesis (pero -¡ojo!- firmada). Parece serle indiferente incluso lo que le pase a la parte no lacaya de su Gobierno y a su partido: los está consumiendo como los Marx -"¡más madera!"- quemaban los vagones del tren para alimentar la locomotora. Una locomotora que no se llama socialismo, ni progreso, ni socialdemocracia, ni estado de bienestar, sino, simplemente, Pedro Sánchez. Este es el marxismo de este caballero, dicho sea sin ofender a Groucho, Harpo, Chico, Zeppo y Gummo por esta comparación, además de manida y facilona, tan poco agradable para ellos.

En esta necesaria huida hacia adelante la crítica le favorece, porque le permite apelar al cierre de filas progresista; las caceroladas le favorecen, porque son los fachas de palo de golf y cuchara de plata alzándose contra el progreso y la igualdad, los sanjurjos, francos y molas con chalecos acolchados y los millanastrays con gafas oscuras de diseño, en vez de parche, de un nuevo 1936 [desde Zapatero el PSOE infla una derecha franquista para deslegitimar a la democrática]. Le favorece en definitiva cuanto radicalice, esquematice, simplifique y confronte. Sería tentador aplicarle la famosa frase de Napoleón -"no hay que interrumpir al enemigo cuando se está equivocando"- y dejar que siga corriendo adelante hasta que sus tejemanejes revienten por sí solos, sus errores le condenen por sí mismos y su ambición le estalle en la cara como el globo del mundo a Charlot al término del baile de Hinkel. Pero el precio sería demasiado alto y lo pagaríamos todos, especialmente los más vulnerables que siempre son las primeras víctimas de los errores cometidos por quienes nunca pagan por cometerlos ni sufren sus consecuencias.

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