PROMETIÓ marcar en cada partido de la Confederaciones, pero consiguió algo mejor, ser el máximo goleador del torneo y artífice con sus goles de que la canarinha engrosase su rica vitrina con un trofeo más. Se trata de Luis Fabiano, ese ariete que disfruta el Sevilla y que se ha convertido en señuelo tras el que van clubes ciertamente encopetados. Lo mismo se habla del Milan que del United o del Olympique de Lyon después de haber hecho una considerable caja con el traspaso de Benzema al Florentino Club de Fútbol. El gol es el salvoconducto del delantero y Luis Fabiano es un seguro de vida en ese apartado tan valioso.
Su gol para devolver a Brasil al partido en la cita con los yanquis fue un prodigio de habilidad, fuerza y acierto. Fue un gol extraordinario conseguido en el momento oportuno, justo en el arranque de una reanudación que Brasil embocaba con dos goles abajo. Luis Fabiano acertó a la primera y eso propició que Brasil se viniese arriba y que los yanquis perdiesen confianza para que, a partir de ahí, todo se circunscribiese a esperar que la fruta cayese del árbol. Y la fruta cayó de un árbol bajo el cual se emboscaba nuestro personaje para que todo se arreglase y la Confederaciones, un título oficial por cierto, viajase a Río para enriquecer aún más la estantería canarinha.
Prometió marcar todos los días y falló en uno, pero eso no importa cuando se cambia el duro como él lo cambió el día clave. Con su instinto depredador marcó más goles que nadie y ahora es pieza codiciada por clubes muy principales. Y él, lógico, se ha puesto cachondo con tanto cortejo y no le hace ascos a la marcha, pero debería saber que si tiene un equipo donde puede tener seguro su retorno a Suráfrica para un torneo que no es la Confederaciones, sino el Mundial, ése es el Sevilla. Con la titularidad asegurada en todos los partidos de casa y en casi todos los de fuera, Luis Fabiano hará un buen número de goles y Dunga no tendrá otra que volverle a dar la nueve amarelha.
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