Curiosa y sorprendentemente, la actualidad del fútbol según Sevilla pasa por la situación de ambos banquillos. Mientras que a Setién lo asaetean los mismos de siempre gane, pierda o empate, a Machín han pasado de considerarlo el Helenio Herrera del Siglo XXI a que para mañana sea tarde darle el finiquito. Así es el fútbol aunque en el caso del entrenador del Betis sea más achacable a mentes calenturientas que a un justo razonamiento.

La corriente que pretende la destitución de Quique Setién como entrenador del, por siempre y para siempre, Real Betis Balompié es de un surrealismo que raya la locura. Hay quien achaca esa corriente a lo que se pregona desde algunos púlpitos en los que ni los pies ni la cabeza coexistieron jamás. Un entrenador que ha dotado al Betis de una personalidad indiscutible y que alterna la cara y la cruz, claro que sí, como casi todos, no puede estar en el disparadero en que le han colocado.

En la otra orilla, el pendulazo de bajar a Machín de los cielos a los infiernos ha sido espectacular por el poquísimo espacio transcurrido entrambos. Lógicamente, el equipo de un club del presupuesto del Sevilla no puede moverse en los viajes de la forma tan ridícula en que se mueve, pero no creo que los futbolistas estén absolutamente exentos de culpa. Machín es Machín y punto en boca, por lo que ensalzarlo como se ensalzaba hasta hace un mes parecía asaz desorbitado.

El domingo lo cerró el Betis con una cosecha sensiblemente inferior a la merecida por culpa de la falta de veneno que atesora en las áreas. Con un centro del campo descomunal, no hay contundencia atrás y tampoco delante, por lo que el buen manejo del partido se quedó con dos puntos menos de los merecidos. Un poco antes, el Sevilla había sido laminado en Villarreal por un equipo que sólo ha ganado dos veces al calor de su gente, dolorosamente al Sevilla... y al Betis.