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Azul Klein

Charo Ramos

chramos@grupojoly.com

Madrid en libertad

Las flores del Real Jardín Botánico dialogan en abril con Laffón, O'Keeffe y los maestros del Prado

Todavía es posible llegar a Madrid y, apenas cinco minutos después de dejar la estación de Atocha, escapar de la confrontación constante en forma de carteles electorales y campañas obscenas de odio más propias de otros tiempos acercándonos al Real Jardín Botánico y accediendo a la exposición de la sevillana Carmen Laffón porque el proyecto La sal, que ya vimos en el CAAC, adquiere toda su carga semántica en el Pabellón Villanueva que ahora lo aloja, por cuyos grandes ventanales, como si estuviéramos en un museo del norte de Europa, se asoman las flores y hasta se divisa alguna parra no lejana, convirtiendo ese diálogo entre sus lienzos de gran formato sobre las salinas de Bonanza y la naturaleza adyacente en un verdadero prodigio, como un jardín del Edén antes de la irrupción del mal.

Muy cerca también la primavera estalla en la anémona roja con la que Venus conjuró el dolor que sintió cuando su amado Adonis falleció tras ser abatido por un jabalí. La flor tomó el color de la sangre de Adonis, púrpura como el paño que cubrió al moribundo en la escena que José de Ribera completó en 1637 y que encontramos en la exposición Pasiones mitológicas del Museo del Prado, la irrepetible reunión de pinturas que mejor justifica un viaje a Madrid en tiempos de pandemia. Venus y Adonis de Ribera es un préstamo que ha llegado de la Gallerie Nazionali d'Arte Antica de Roma y parece un colofón perfecto para una exposición que arranca enfocando el modo en que Tiziano -con Giorgione- renueva la representación del desnudo femenino mostrando a sus diosas y ninfas recostadas (modelo que guiará a Velázquez y Goya) y que acerca todos los cuadros que el maestro veneciano pintó para Felipe II intentando emular a Homero y Ovidio con sus Poesías, que son algunas de las pinturas más audaces e imitadas de todos los tiempos.

También en los días previos a las elecciones autonómicas Madrid nos regala la flor blanca del estramonio que Georgia O'Keeffe inmortalizó en el cuadro más caro pintado por una mujer. La estadounidense revela toda su dimensión creadora en la gran exposición de la temporada en España (viajará luego al Pompidou de París y a la Fundación Beyeler de Suiza) gracias a la excelente labor de la comisaria Marta Ruiz del Árbol, que ha sabido liberar a la que fue musa de Stieglitz de las lecturas psicoanalíticas y sexuales que enturbiaban la recepción de su obra para proponer ésta como modelo de independencia creativa, pasión viajera y una técnica meticulosa. Carmen Laffón y Georgia O'Keeffe son dos ejemplos mayúsculos de la cultura visual del siglo XX que trascienden sus particulares contextos -Sevilla y Sanlúcar de Barrameda una, Manhattan y Nuevo México otra- para enseñar a mirar de otro modo y revelarnos el sentido auténtico de la palabra libertad.

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