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Ignacio Martínez

Malos de película

LA cumbre del clima de Durban ha terminado con un vago acuerdo, porque los países más contaminadores, India, Estados Unidos y China, se han resistido a compromisos mayores. Los que más polucionan no quieren una limitación internacional a las emisiones de CO2. La punta de lanza de este particular tridente ha sido la ministra India de Medio Ambiente, enrocada contra cualquier obligación legal, porque China emite cuatro veces más anhídrido carbónico por habitante que su país. Ha pasado lo de siempre; los unos por los otros y la casa sin barrer. En esta ocasión, los malos de la película son indios, chinos y estadounidenses.

En el episodio de Boliden los malos son suecos. Tiene bemoles que la empresa nórdica se niegue a hacerse cargo de la factura de la limpieza del cauce del Guadiamar y 5.000 hectáreas aledañas. Esos gastos los ha pagado de momento el bolsillo del contribuyente, por un importe cercano a los 90 millones de euros. Los seis millones de metros cúbicos de lodos contaminados y aguas ácidas fueron una pesadilla en aquellos meses de 1998. Pero hasta ahora el contaminador se ha ido de rositas. Ecologistas en acción culpa a la Junta de haber enfocado jurídicamente mal el caso. Y el Supremo parece que así lo ha entendido, al condenarla a pagar las costas procesales de su última demanda.

Malos de estos, si uno se fija, hay muchos. El senador brasileño ponente de la nueva ley de bosques, que acaba de ser aprobada por la cámara alta de su país, defiende que se van a crear 35 millones de nuevas hectáreas para dedicarlas a la agricultura, a costa de zonas degradadas de la selva amazónica. La ley, sin embargo, es muy sospechosa, porque prevé una amnistía para quienes han deforestado la selva cuando era ilegal, para dedicarla a cultivos. Es verdad que Brasil va camino de ser la primera potencia agrícola mundial, pero también que es uno de los pulmones del planeta. Greenpeace considera que esta ley abre la puerta a las motosierras y a la destrucción generalizada en el Amazonas. Y califica como un desastre el texto aprobado.

Hay muchas otras clases de contaminación. Y otras clases de malos de la película. Uno de ellos, Álvaro Pérez, conocido como el Bigotes, acometió con dádivas de tal manera al presidente valenciano Camps, que lo contaminó. A él, familia y colaboradores les sacudieron varias docenas de trajes, americanas, pantalones, abrigos, chaqués, zapatos y complementos. Se supone que a cambio de nada, aunque la red sacó sustanciosos contratos públicos en Levante. Camps se sienta hoy en el banquillo, dos de sus colaboradores ya han confesado su delito y pagado una multa. Poca cosa. Aunque no se han ido de rositas, como Boliden.

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