LA Guardia Civil ha detenido al ex novio de Laura Alonso por su responsabilidad en la muerte de esta muchacha orensana de 19 años, desaparecida hace una semana, cuyo cadáver apareció el sábado. Desde el principio, los investigadores sospecharon de este tipo, de 32 años, con el que la joven tuvo una relación tormentosa: en 2008 llegó a presentar una denuncia contra él por malos tratos, que luego retiró. El hombre la asediaba con mensajes telefónicos. A pesar de este acoso y sus amenazas, el detenido estuvo impecable en los dos interrogatorios a los que fue sometido el martes y el jueves. Ahora, nuevas evidencias han permitido a la Guardia Civil detener al presunto autor del crimen, a pesar de que el asesino sembró de pistas falsas el monte donde apareció el cadáver. Siempre me pregunto por qué estas jóvenes amenazadas por sus antiguos novios no se deciden a denunciarlos. Por qué las personas de su entorno no lo hacen, con la determinación que a ellas les falta.

Qué doloroso resultaba ver en la televisión al padre de Laura esperanzado en que su hija apareciera con vida, a pesar de que los días iban pasando. Se ha dado la circunstancia de que esta triste historia gallega se ha solapado con otra californiana: una secuestrada hace 18 años, cuando tenía 11, que ha aparecido viva y con dos hijas producto de los abusos de su maltratador. Un pederasta, el americano, con antecedentes por violación y rapto, que ejercía de fundamentalista religioso, dicho sea de paso. De hecho la Policía descubrió la situación de las hijas, de 15 y 11 años, cuando repartían panfletos religiosos en el campus de la Universidad de Berkeley. La Policía no estuvo fina en este caso: no encontraron nada raro ni los agentes que vigilaban al secuestrador, en libertad condicional por una violación cometida en 1975, ni los policías que visitaron la casa en los tres últimos años, por unas denuncias de los vecinos.

Es curioso el talento que desarrolla este tipo de sujetos para encubrir sus actos y la falta de escrúpulos para cometerlos. Es el mismo caso de Miguel Carcaño, que seis meses después de confesar haber matado a Marta del Castillo en Sevilla sigue sin decir qué hizo con su cuerpo. Otro ex novio sin conciencia de culpa. Incluso se permitió cambiar su versión de lo que hizo con el cadáver y poner a la policía a buscar en un vertedero, después de un mes rastreando el Guadalquivir. Eso sí, Carcaño añadió una violación colectiva en su segundo relato de los hechos. Un nuevo agravio a la memoria de la chica. Ignoro cuántos delitos son imputables a la actuación de este sujeto desde el 24 de enero. Un tipo frío y malo. Se ha reído de la familia de la chica, de la sociedad entera y de la Policía, que tampoco ha estado muy fina en este asunto, precisamente.

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