Cambio de sentido

Maltratadas

El perfil de las mujeres maltratadas no se limita al de señora mayor, sin estudios ni independencia

El fenómeno mediático, social, político e incluso humano que ha provocado el testimonio de una mujer (y no es una mujer anónima ni ajena a las leyes de la Sociedad del Espectáculo) en un programa de telebasura tiene tantos ángulos que es imposible siquiera enunciarlos. No supe de la emisión de la mal llamada docuserie porque no tengo tele, pero su impacto se ha desplazado de la zona del chismorreo vocinglero a la de la opinión pública sobre la violencia machista, que es asunto que nos importa y concierne no sólo a las mujeres sino a cualquier persona decente. Así que la he localizado y visto con atención.

En ocasiones, proyectos que persiguen un fin mierdoso-crematístico, alcanzan sin pretenderlo un efecto benefactor (con el que, sin duda, se harán una medalla). Este es el caso. Del estercolero televisivo ha brotado una flor extraña. Rocío Carrasco ha relatado su vivencia de tal modo que algo se ha desencajado. De pronto, algunas contertulias no saben qué cámara esquivar para que no se les note que acaban de entender que han contribuido a juzgar a una mujer con las mismas cotas de machismo con las que se nos juzga a todas (a ellas mismas, sin ir más lejos). Rocío no sabía ni lavarse unas bragas, declara un hombre de su familia, que probablemente jamás se haya lavado sus propios gayumbos. De pronto, hay quien se pregunta si acaso la Justicia necesita avanzar en el abordaje de un maltrato que no deja heridas físicas; tanto ha de garantizar la presunción de inocencia como la protección de las presuntas víctimas. De pronto, quizá, una mujer que escucha este relato entiende que su historia, la que nunca ha contado por vergüenza (son las víctimas quienes sienten vergüenza, los maltratadores no tienen), el inmenso catálogo de desprecios, numeritos y soledades que vive con su novio, se parece a lo que ve en la tele, y se llama maltrato. De pronto, el perfil de la mujer maltratada nos da un vuelco en el corazón: ya no son sólo señoras de más de 50 años, dependientes económicamente, sin estudios. Una mujer atrapada en el bucle del "te adoro, no me dejes, lo nuestro es especial" y el "toda la culpa es tuya, eres insoportable" puede llegar a ser usted, o su madre, o su hija. Hasta hace poco, la sociedad y el entorno consentían, restaban importancia y hasta aplaudían desprecios y faltas de respeto a las mujeres por parte de sus hombres. Las cosas han cambiado, no gracias a la telebasura y sus estipendios, sino a esa cosa tan maligna que se llama feminismo.

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