Las dos orillas

josé Joaquín / león

Un Mandela catalán

COMO estamos en plena Mandelamanía conviene recordar, una vez más, lo esencial de su receta política. En general, Mandela no inventó nada, sino que aplicó algo que se sabe desde antiguo: la verdadera paz no se consigue sin reconciliación. La revancha y el odio sólo generan más odio y más revancha. La medicina adecuada es la misericordina que dice el papa Francisco, que en la política (con variantes, pero con una base común) han aplicado Mandela o Gandhi, entre otros. En España también se aplicó y está en la Constitución de 1978. Pero algunos rencorosos después se han olvidado de que la democracia se construyó sobre la reconciliación, como premisa previa.

En España, como en Sudáfrica, tuvimos un problema de colores. Allí eran blancos contra negros. Aquí azules contra rojos. Construir un régimen de los unos contra los otros estaba abocado al fracaso. La Monarquía (o sea, el rey Juan Carlos) apostó por una España donde no hubiera segregación de azules o rojos, circunstancia que ahora se olvida con la desmemoria. Así surgió la UCD de Adolfo Suárez, que buscó el centro a través de sus nuevos colores, naranja y verde (que se obtienen mezclando el rojo y el azul con el amarillo, un color que los suaviza). Y así se llegó a la Constitución de 1978, que no era de unos contra otros, sino que pretendía dar cobijo a todos y sellar esa reconciliación.

En estos tiempos actuales nos hemos despegado bastante de aquellos ideales del consenso y la concordia. Ahí tenemos el caso de Cataluña, donde hace falta un Mandela como el comer. Para el bien común de todos los españoles y de todos los catalanes, se necesita un Mandela con barretina, aunque no sea negro. Un hombre capaz de tender puentes. En su día, ese Mandela catalán fue Josep Tarradellas, que había sido de la ERC histórica y volvió del exilio, y dijo Ja soc aquí. Todos lo entendimos sin traducción simultánea.

Pero sucede que Artur Mas es lo menos parecido que existe a un Mandela con seny, porque da bandazos de no saber lo que quiere, y se deja llevar por el Junqueras de ERC, al que ha convertido en estadista y hace la campaña gratis. También está por allí Duran Lleida, que juega a amandelarse si le conviene, pero se le ocurren unas terceras vías que no conducen a ninguna parte. Y así nos va, y así creamos problemas por orgullo y egoísmo. Tener Mandelas siempre es útil, porque la historia avanza gracias a esas personas.

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