La crónica económica

Rogelio Velasco

Manías, pánicos y quiebras

EN algún momento del tiempo se produce un cambio externo de carácter financiero o tecnológico que genera oportunidades para empresas y particulares. Esas oportunidades son financiadas a través de una expansión monetaria exógena -llevada a cabo por los Bancos Centrales- o endógena -las propias innovaciones financieras de las propias entidades financieras.

La expansión que se genera da lugar a una serie de actividades productivas, pero también especulativas: se compran activos sólo para venderlos más tarde a un precio superior o se esperan rentabilidades exageradas de algunos de ellos.

Esas actividades especulativas se van transmitiendo de un mercado a otro, tanto sectorialmente como geográficamente. En otro momento del tiempo, más adelante, algunos agentes empiezan a abandonar los mercados cosechando grandes beneficios.

En la medida en que son imitados por otros, se empieza a generar ventas masivas de activos que están sobrevalorados. Todos aquellos agentes que los han adquirido contrayendo deudas no pueden pagar éstas.

Las quiebras aparecen y la economía entra en una fase de recesión. Sintéticamente, esta es la forma cómo el profesor Kindleberger, de Harvard, nos explicó hace ya años la dinámica de las expansiones y depresiones de las economías de mercado. Aunque su modelo ha sido matizado y mejorado con el tiempo, continúa siendo una herramienta sencilla y útil para explicar algunos de los ciclos económicos que se producen.

El mensaje fundamental es que este tipo de crisis se produce porque operan mecanismos psicológicos que generan una alta volatilidad en el precio de los activos. Y funciona con un feed-back que corrige de forma abrupta los excesos cometidos: una caída de los precios de los activos reduce su valor y su garantía, modificando la actitud de los bancos, que se niegan a conceder nuevos préstamos. Las familias tienen que vender sus casas y muchos particulares y empresas a vender sus acciones.

Este proceso tiende a autoalimentarse hasta que el precio de los activos -financieros e inmobiliarios- retorna a niveles sostenibles a largo plazo, en otras palabras, compatible con los niveles reales de renta y con tasas de rentabilidad no elevadas.

¿Cuándo se produce el batacazo? Nunca lo sabemos. Los economistas hemos aprendido mucho acerca de las causas y los efectos de las expansiones y de las crisis, y de los mecanismos que las transmiten. Hemos mejorado mucho el análisis, pero seguimos siendo tan torpes como siempre para predecir el futuro. Sabemos que, si ciertos mecanismos operan, algo -bueno o malo- ocurrirá, pero a una fecha incierta.

El instinto de rebaño nos lleva a comportarnos en muchas ocasiones en la vida como lo hacen los demás, sin preguntarnos si tiene o no racionalidad. En otras, tenemos un concepto de nosotros mismos demasiado elevado y pensamos que podemos hacerlo mejor que el resto. Mientras continuemos sin poder adivinar el futuro, no comprometa muchos recursos por el mero hecho de que esté de moda, ni tampoco se crea jamás más listo y preparado que los demás.

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