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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

El buen yantar

Juncal / Dirección: C/ Albareda, 11

Manolo el de Barbiana

ME enteré hace pocos días de que te habías muerto, Manolo. Qué pena me dio. Con la de mala gente que hay, nada más que os morís los buenosý Qué pena, Manolo.

La primera vez que te vi yo no te conocía. Iba por la calle Albareda a desayunar a Casa Moreno y vi una escena curiosa; me paré a observar dos furgonetas que estaban paradas sobre la acera con las puertas de atrás abiertas. Los de las furgonetas estaban expectantes ante los movimientos medidos de un señor fuertote y bien vestido que examinaba las mercancías que le ofrecían; en una furgoneta había cajas de mariscos de todo tipo: cigalas, gambas, bogavantesý, en la otra, pescado: salmonetes de barro, pijotas, rapes, doradas y acedías de Sanlúcar. El experto comprador miraba las cajas sin mostrar interés y no escuchaba los halagos que de sus productos hacían los vendedores. Él sólo miraba. Cuando se decidió por una especie, metió la mano hasta el codo en la caja y sacó del fondo una gamba blanca de Faro y comprobó que el calibre y la calidad eran los mismos que las de arriba. La soltó y cogió otra a la que le arrancó la cabeza, la miró, la apretó, la olió y se decidió: "¿A cuánto?", y casi sin oír el precio dijo: "Venga, hoy por ti, mañana por mí, baja dos cajas". Con el trato del pescado no me quedé. Me imagino que le pediría el rape con sus higadillas y las acedías de Sanlúcar.

Más tarde, cuando pregunté por ese personaje, me dijeron que era Manolo, el de Barbiana.

Qué pena, Manolo. Nadie me coció los langostinos como tú. Manolo, nadie luchó con tanta alegría contra el puto cáncer como tú. Qué pena, Manolo, que ya no podamos charlar en la esquina y a deshora sobre nada y tantas cosas. Qué pena, Manolo, que ya no puedes seguir enseñándome cómo educar en la honradez y el trabajo a los hijosý Qué pena, Manolo, que ya sólo te podamos ver en las fotos de tu bar. A mí la que me gusta es la que sales por la Puerta Grande a los hombros del Moeckel.

Qué pena tan grande, Manolo, tan grande como tú, Manolo el de Barbiana.

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