TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

alfredo sánchez monteseirín

Y tú, Manolo, después también

Sede electoral del PSOE. Cartel electoral de Manuel del Valle. Aparecen Monteseirín y Carmen Otero.

Sede electoral del PSOE. Cartel electoral de Manuel del Valle. Aparecen Monteseirín y Carmen Otero. / Tomás Díaz Japón

INVIERNO. Era diciembre de 1977. Compartíamos habitación en el Hotel El Griego de Torremolinos. Congreso fundacional de la Federación Socialista de Andalucía, luego PSOE de Andalucía. Me dijeron que el emparejarme con él en el hotel lo habían preparado como una novatada. Era mi primer ingreso como delegado fuera de Sevilla. "Te vas a aburrir tela. Manolito es muy retraído". Bendita novatada. Tuvimos ocasión de hablar mucho de la historia y del presente del Partido y de España. Y mi juvenil curiosidad hizo que le planteara muchos futuribles.

-"Manolo, me han dicho que cuando llegue el momento vas a ser alcalde de Sevilla".

-"Eso te dicen, Alfredo, los que no me quieren".

VERANO. Y lo fue. Primero presidente de la Diputación y luego alcalde de la capital. Yo seguí su ruta. Por eso, aunque después de aquella conversación tan remota, y en tantos años, hubo ocasión de 'hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero'... traigo a colación esta otra no tan lejana. Hablábamos de coches -le gustaban muchísimo, grandes y potentes, ¿lo sabían?- y sorprendentemente se interrumpió a sí mismo.

-"Ya has sido presidente de la Diputación, como yo. Has sido repetidamente alcalde de Sevilla, como yo. Y ya esto lo serás siempre, ya sabes, como yo. Has sacado adelante un PGOU que diseña el futuro de la urbe para toda una década, como yo. Eres muy joven, pero tal y como anda el patio, coge distancia cuanto antes. Como yo."

PRIMAVERA. Conocí a Manuel del Valle cuando ejercía de abogado en el despacho laboralista de Capitán Vigueras. Por allí trabajaban Felipe González, Rafael Escuredo, Ana María Ruiz Tagle, Miguel Ángel Pino… Fuimos a consultar un asunto que afectaba a varias asociaciones vecinales y juveniles de inspiración cristiana de la Vega del Guadalquivir. Y nos reunimos con él, con Manolito. Entonces no sonaba tan raro que a algunos compañeros le llamaran cariñosamente con el diminutivo. Era una costumbre arraigada entre los socialistas y que en algunos casos te acompaña más tiempo que lo que dice el calendario. Manolito Valle, Miguelito Pino… y servidor que en esa época ni siquiera tenía edad para votar. Recuerdo también que la primera caravana con las banderas del PSOE en todos los coches salió precisamente de la antigua calle Capitán Vigueras. Yo llevaba una de Andalucía -rara avis entonces- en mi coche (bueno, en el 850 de mi padre, que era blanco y que después de algunas pintadas clandestinas y algo torpes, hubo que pintarlo de rojo).

En un lugar de la ciudad cuyo nombre no quiero acordarme un vecino nos gritó: "¡Dónde va ese con la bandera del Betis!". Traigo a colación esta historia no ya por ser menos conocida, sino porque al Manuel del Valle presidente de la Diputación y luego alcalde de la capital le precedió un habilidoso Manuel del Valle en la construcción del autogobierno de Andalucía y del Estado de las Autonomías. Sí, un jacobino confeso, con el que discutimos tantas veces con posiciones muy alejadas en este tema, conocedor de mis flirteos con la ASA y el PSA de Enrique Iniesta. Del Valle fue una persona clave en el primer equipo de Plácido Fernández Viagas y luego colaboró en primera línea en la consolidación de la Autonomía, como presidente de la Diputación de Sevilla, la institución que impulsó y acogió físicamente en su seno la preautonomía andaluza.

VERANO. Manolo era de esas personas que sólo te aconsejan si se lo pides. Si le consultabas algo que no le parecía bien, sacaba una especie de media sonrisa que decía más que mil palabras. Una mueca conmiserativa que nada tenía que ver con esa otra, dientes a la vista, que le salía después de soltar alguna malévola picardía, personal o política, fruto de un sentido del humor de sevillano fino y frío...Y que hacía a sus destinatarios más daño que cualquier improperio. Pero siempre desde dentro. Era un socialista "más del aparato que una viela"…pero muy crítico con muchas cosas del día a día del partido. De siempre, no sólo en los últimos tiempos. Un sevillano de corte clásico muy aparente… pero muy alejado de la ciudad de charanga y pandereta. Un ciudadano de orden y buenas costumbres… que aborrecía profundamente a los Don Guido de nuestro tiempo.

OTOÑO. Últimamente hablábamos muchos de medicina, un tema que siempre me sacaba. De la sanidad pública y de su salud. Antes, de sus problemas de columna -o de su diabetes- adquiridos en la Alcaldía. Ahora de su leucemia. Andaba decaído, naturalmente. Pero se venía arriba, muy arriba, a su manera eso sí, cada vez que nos reencontrábamos. Como aquel día, hace poco, lleno de risas, con Alejandro Rojas-Marcos en Diario de Sevilla. Y cada vez que nos juntaba Juan Espadas, sobre el que compartíamos un especial orgullo como socialistas. Y que tanto le apreció.

Discreto, comedido, prudente… sí, sí. Pero se vanagloriaba como nadie, al máximo, a tope, cuando se le reconocía como el gran Alcalde de Sevilla que fue.-"Alcalde de Sevilla se es hasta la muerte, quieras o no quieras, tenlo siempre muy en cuenta, Alfredo".

Y tú, Manolo, después también. Adiós, Alcalde.

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