Aprovechando que el Betis pasa por Triana y que los gorigori a la muerte de Carlitos Fernández han proliferado se viene a la sesera un sinfín de anécdotas de los Villarines, esa numerosa y genial familia que vivía en los Humeros, especie de terreno prohibido para los niños de la Puerta Real. Uno de sus miembros era el Pitolo, que en el otoño de su vida logró colocarse en la pescadería Huelva, situada en la esquina de Bailén con Alfonso XII. Una noche, Caracol el del Bulto, vecino a la sazón en calle Gravina, se acercó a la pescadería a ver qué pasaba. Su hijo Manolo estaba haciendo las Américas y el giro se retrasaba, por lo que empezó a afanar pedacitos de merluza echándolos en una bolsa. Pitolo lo ligó por el espejo donde se ponía los precios, fue a la trastienda y volvió con el escobón: "Manuel, toma la caña y sigue pescando, mi arma". Como esa, un montón.
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