Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Marihuana casera

CUANDO en lo tocante a trabajo, ingresos y expectativas pintan bastos, las personas tendemos a reducir la cantidad y calidad de nuestro consumo a la vez que agudizamos el ingenio para sacar adelante nuestra casa, de forma que, como ha sucedido en España, bien puede darse la paradoja consistente en que, en plena crisis y reducción del nivel de vida, las tasas de ahorro crezcan. Como se enseña en el primer curso de economía, en este tipo de situaciones es también habitual que acudamos a los llamados productos sustitutivos, o sea, bienes de consumo a los que recurrimos si otros que dan una utilidad similar suben de precio o nosotros estamos más caninos. Ejemplos socorridos de demanda sustitutiva son la margarina por la mantequilla o el transporte público por vehículo propio. El pan -"Niño, come pan, y deja filetes para tus hermanos"- es el gran comodín sustitutivo. Pero no sólo de pan con o sin margarina vive el hombre. Hay personas aficionadas a los frutos más lúdicos del cáñamo que se han pasado de la clásica china de grifa -también llamado hachís- a la marihuana, o sea, a las hojas del cannabis sativa.

Casi cualquiera podría tener un par de macetas caseras con las que hacer de la jardinería un nuevo hobby y encima colocarse gratis: autoconsumo de batalla. También el cultivo clandestino de maría para ser comercializada está en eclosión: la satisfacción más barata del gusto de muchos por el moraíto, que tan risueño y ecuménico pone, es complementaria a la posibilidad para algunos de buscarse la vida. Las incautaciones de plantaciones intensivas domésticas, tanto en el medio agrario como en un trastero con lámparas ad hoc se han multiplicado. La Guardia Civil dedica cada vez más recursos y tiempo a identificar y desmantelar estas explotaciones caseras con vocación emprendedora, y el viernes supimos que la cosa está llegando a niveles hilarantes, como por otro lado es lo suyo si hablamos de cigarritos de la risa: en Málaga, el sindicato del Cuerpo protesta por la obligación de los guardias de deshojar y cortar dichas plantas intervenidas para después embolsarlas en dosis que puedan constituir pruebas con las que empaquetar judicialmente al cultivador clandestino. Se requieren doce agentes un mes entero en dedicación exclusiva para, por ejemplo, hacer de manufactureros con la última confiscación de 10.000 kilos de marihuana. Desde luego, la proverbial abnegación de los civiles sigue estando vigente. Además, al fundador, el duque de Ahumada, le viene aquí el título que ni pintado.

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