DIRECTO Jueves Santo en Sevilla, en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para el Jueves Santo y la Madrugada

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Mateos Gago: ayer y hoy

Entre las muchas taras que arrastra el hombre actual está la de la completa desconexión del entorno

Desde su gran reforma en los años veinte del pasado siglo, Mateos Gago tomó un elegante aspecto burgués, con un caserío en el que están representadas algunas de las más renombradas firmas de esa reinvención de la ciudad que fue la arquitectura regionalista: Talavera, Aníbal González, Traver... Es el que conserva hoy, aunque gran parte de sus actuales paseantes no están a la altura de tal prestancia. Entre las muchas taras que arrastra el hombre actual (y por tanto su versión turística) está la completa desconexión del entorno, la consideración de la ciudad y los lugares como meros decorados que a nada obligan, de ahí que haya quienes pretenden entrar en sagrado en tanga o cenar en un restorán de postín de riguroso chándal.

Hoy, como un meandro, Mateos Gago dibuja un amplio arco en el plano de la ciudad, pero antes de su ensanche aún presentaba el trazado angosto e irregular con el que la retrataron David Roberts o Pérez Villaamil. Lo que no ha cambiado es el bullicio que casi siempre fue su seña de identidad. Allí, en esa cuasiplaza que se abre frente al bar las Columnas (último reducto aborigen en territorio guiri), se reunía la negritud de Sevilla a tocar sus timbales y montar bronca los días feriados. Más tarde, en nuestra alegre juventud universitaria, los morenos jaraneros fueron sustituidos por hordas cerveceras de estudiantes que celebraban el final de los parciales. Al fin y al cabo, desde que aquella rúa se llamaba Borceguineros -otro nombre gremial absurdamente borrado de nuestro callejero-, fue lugar de posadas, mesones y algún que otro lupanar que generaron no pocas polémicas vecinales.

Con la llegada a la ciudad de los primeros viajeros románticos, Mateos Gago, junto a todo el Barrio de Santa Cruz, se convirtió en uno de los lugares predilectos de los forasteros, de ahí que el Marqués de la Vega-Inclán, el oficial de Caballería que fundó el turismo moderno en España, se fijase en la antigua aljama para crear un decorado que colmase las expectativas pintoresquistas de los visitantes. Desde entonces esta calle y sus cercanías fueron el nervio principal de la industria turística sevillana, pero aun así siguió acogiendo personajes de enjundia, como el sabio nietzscheano Abelardo Linares (padre del homónimo editor y poeta), la librera Rebeca Buffuna o la comerciante folk Laura Salcines. Después vino todo lo que ya sabemos, la idiotización general que produjo inevitablemente la idiotización del turismo. Y las librerías dieron paso a las yogurterías y los bares sin barra. Ahora, a Mateos Gago, como es conocido, la están sometiendo a un lifting de dudoso resultado. Pero eso es casi lo de menos, porque hace tiempo que fue desnaturalizada para convertirla en un paisaje de videojuego. Un lugar completamente ajeno para el que la pasea, sea turista o aborigen.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios