Trinidad Perdiguero

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Matojos

Los incendios de pastos en zonas urbanas son un problema que requiere de más prevención

Es un clásico de las tardes de verano en la redacción de un periódico. Alguien avisa de que se ve una columna de humo, de un posible incendio a las afueras de la ciudad. Muchas veces, las alertas llegan de esos lectores que aún conservan una especie de prurito por la actualidad y tienen la referencia de la prensa sobre la del tuitero para saber qué pasa realmente, confiando en que un periodista se cerciorará de qué ocurre y qué importancia tiene antes de lanzar una noticia sobre el suceso.

Se llama entonces a los servicios de Emergencias, a los Bomberos, y si la respuesta es que "son pastos" todo se relaja. Como mucho y según lo que haya dado de sí el resto del día, entrará en una columna o en un breve. Ahora, también funcionan bien los vídeos en la edición digital. Pero poco más. Porque estas intervenciones de los bomberos, teóricamente menores al no afectar a masa forestal, viviendas o enseres, son las que se producen con más frecuencia, pocos se quejan por los daños y dejan de ser noticia muy rápido. Casi nunca se investiga su origen, aunque se sospeche.

Pero su elevado número es llamativo. Recuerdo especialmente el verano de 2017. La ola de calor que se adelantó a junio y la ausencia de lluvias secó más de la cuenta esos matojos. Sólo en el mes de agosto y en el Aljarafe, los bomberos de la Mancomunidad tuvieron que realizar más 300 salidas por ese motivo. En esa comarca hay bastante terreno agrícola abandonado que no ayuda.

En una zona urbana, donde los términos municipales se diluyen, los pueblos están desmembrados por carreteras y arcenes, con su habitual descuido, y hay muchos espacios vacíos junto a viviendas, algunos de esos fuegos han llegado a preocupar por la presencia del humo junto a las urbanizaciones y por el riesgo de que, en días de viento, se terminaran propagando por la copa del árbol de un chalé o un toldo y afectando a viviendas. Este año ya ha habido varios sustos. En la Cornisa de Gelves (donde sí hay masa forestal) y en la ladera del Carambolo, en Camas. Fuegos de pastos ha habido también en otras zonas periféricas de Sevilla.

Y como todo lo que es frecuente, incluso aunque se vincule a un clima y a una vegetación acostumbrada al fuego, no deja de ser un síntoma de que algo no se está haciendo del todo bien. Más allá de que los bomberos los apaguen rápido, las tareas de desbroce o prevención tal vez son insuficientes o hacen falta más recursos y un plan global para minimizarlos, como ocurre con otros muchos aspectos que afectan al área metropolitana (seguridad, movilidad y más servicios públicos básicos...), en los que se deben implicar varias administraciones.

La concienciación y educación cívica son claves, incluso lo son las sanciones ante temeridades. Sobre todo cuando uno de los movimientos que marcarán el futuro de las ciudades es el Medio Ambiente y los ayuntamientos lo están fijando entre sus prioridades de gestión y para captar ayudas.

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