La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Màxim o el valor de la Cultura

Cuadra con Sánchez y con la desafección hacia la cultura reflexiva del PSOE, antes una de sus señas de identidad

El valor que los políticos -todos, sin excepción- dan a la cultura se puede medir por el uso que a nivel nacional o autonómico hacen de la televisión pública. Tienen un control absoluto sobre un poderoso instrumento para la divulgación cultural, el entretenimiento no necesariamente estúpido o vulgar y el apoyo a la creatividad, y lo que ofrecen es Masterchef y sus variantes Junior y Celebrity; Bailando con las estrellas, Operación Triunfo, Corazón, Maestros de la costura, El paisano u Hora punta -en el caso de la 1 de TVE- y Yo soy del Sur, Original y copla, La tarde aquí y ahora, Gente maravillosa, Menuda noche, Andalucía de fiesta, ¡Vaya tela! o Te echo de menos en el de Canal Sur.

El valor que los políticos -todos, sin excepción- y el PSOE -para el que antes era una de sus señas de identidad- dan a la cultura se llama Màxim Huerta. Ya se verá lo que hace pero de momento puede decirse que a la vista su trayectoria mediática y literaria es el ministro más endeble de un Gobierno sólido. Es una forma de lanzar un mensaje: Asuntos Exteriores, Economía, Defensa, Hacienda, Interior, Fomento, Política Territorial, Sanidad, Agricultura, Industria, Trabajo, Comercio, Educación e incluso Ciencia e Innovación y Universidades son cosas serias que requieren probada solvencia y experiencia. Pero para Cultura basta Màxim Huerta. Al fin y al cabo para el poder -para todos, sin excepción- cultura es ornamento, entretenimiento, cosa amable y decorativa que incluso puede dar muchísimo dinero ligada al turismo o a las nuevas tecnologías del entretenimiento, pero no "seria" según el concepto que de lo serio tienen tantos tecnócratas y científicos. "Te dedicarás a lo que yo dedicaré el tiempo que me sobre", me dijo para chincharme un amigo cuando él escogió una carrera de ciencias y yo una de letras. Si acaso a la izquierda puede servirle de agitprop en determinados momentos porque sus protagonistas tienen tirón mediático. Lo que no deja de ser una forma de utilizarlos como cheerleader.

Cuadra tan bien con los gustos sobre cultura hasta ahora expresados por Pedro Sánchez -y con la desafección hacia ella del PSOE: pasaron los tiempos de Solana y Semprún- que quizás sea el único ministro que le han dejado elegir quienes tan sabiamente le han aconsejado. Insisto: ya se verá qué hace. Tal vez sea mejor ministro que escritor. No le resultaría difícil.

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