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LA Fiscalía ha enviado a los juzgados correspondientes una denuncia sobre una decena de presuntas facturas falsas pagadas por el Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda durante el mandato del Partido Popular. El equipo de gobierno actual, comandado por el PSOE, ha querido echar más leña al fuego aportando los gastos en comidas y viajes del mismo período.

El fuego se ha avivado, ciertamente. Dos concejales populares se han revelado especialmente activos a la hora de engrosar la partida presupuestaria municipal de "gastos diversos". Almuerzos y cenas, copas y viajes jalonaban con indesmayable perseverancia las actividades y gestiones de los dos ediles, todas ellas encaminadas a incrementar el bienestar general, naturalmente.

Lo curioso es que los demás concejales del PP se veían en condiciones de ejercer su labor sin necesidad de tanto y tan buen yantar, tan preciado complemento etílico y tanto viaje en AVE, clase preferente. Cuestión de gustos o de conciencia. Según contaba F. Javier Franco en este periódico, la partida de gastos diversos superó en un dos años los 80.000 euros. Claro. Viviendo en Sanlúcar, ¿dónde iban a celebrar las comidas de trabajo sino en Bajo de Guía? ¿Qué iban a comer sino langostinos? ¿A fumar sino Montecristo? ¿Con qué brindar sino con Möet Chandon? Las facturas nada aclaran sobre la marca de los whiskies ni el ron o la ginebra de los cubatas? En las visitas a Madrid lo suyo eran los más acreditados asadores y mesones. No pudieron comprar un mueble de caoba para el Palacio Municipal en ningún establecimiento del pueblo, tuvieron que ir a comprarlo a Torremolinos, donde, por supuesto, hubo que almorzar (203 euros fue el importe).

Fieles al lema que se ha hecho habitual entre los advenedizos de "ahora nos toca a nosotros", los concejales del PP, que llegaron al poder tras una etapa de abusos y mala gestión de los socialistas, ocuparon sus departamentos desde la premisa irrenunciable de que las telarañas de las arcas municipales no les estropearan su nueva condición de mandamases. Se ha hecho un cálculo aritmético fácil, una suma seguida de división: se comieron una media de quinientos gramos de langostinos -esos bichitos de ojos azules, tan apetitosos en sus modalidades de cocidos, a la plancha o en guiso- a la semana, todas las semanas del año.

No sé cómo se estará comportando la nueva alcaldesa, Irene García, y su equipo, pero difícilmente podrán batir esa marca: medio kilo de langostinos a la semana. Debería aceptarse como unidad de medida del usufructo desahogado del cargo para ediles de poblaciones costeras de 60.000 habitantes. Todo lo que quede por debajo del medio kilo sería señal de un uso racional de los dineros de todos y de una consideración morigerada y austera del cargo público. Una excepción en los tiempos que corren.

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