Tranquilizan al sevillista las palabras de Eduardo Berizzo en su aterrizaje. De lo primero que ha dicho el nuevo entrenador del Sevilla es que su filosofía futbolística está más cerca que lejos de la que pregona Sampaoli. Buena puesta en escena, pues lo cierto es que los modos y maneras del ya seleccionador argentino han sido los que más calaron en el sevillismo desde los tiempos dorados de Juande Ramos y no es malo que se repitan.

Está muy fresco en la memoria ese Sevilla que arrancó en una noche de locura ante al Espanyol, con resultado final más propio de tenis que de fútbol. Aquello trufó la brillantez con la debilidad atrás, lo que acarreó un estado de ánimo entre lo alarmante y lo subyugante para que todo rompiera en ilusión no más comprobar que el Sevilla se las tenía tiesas con los dos grandes de toda la vida. Luego pasó lo que pasó en Leicester, vinieron los rumores de marcha y sobró temporada.

Soy de los convencidos de que si el Sevilla hubiera jugado su competición habitual y no Champions, con Sampaoli hubiese reeditado los paseos en autobús descubierto. El problema estuvo en caer en lo más llano, en el campo de un rival inferior, bastante inferior y sin parecido alguno con el que había ganado la Premier. Con todo esto quiero decir que me parece adecuada la declaración de intenciones del flamante entrenador de un Sevilla nuevamente renovable.

Da la impresión de que el equipo puede transformarse una vez más, y van. Con N'Zonzi y Vitolo como cheques al portador, parece que habrá otra revolución en el vestuario. La novedad en toda esta dinámica es que ya no figura Monchi al mando de las operaciones. Creo que dará igual, la estructura es la que es y dice Castro que todo el dinero lo pondrá en el campo. Con ese ideario y un entrenador que triunfó en Vigo y que se declara cercano a Sampaoli, miel sobre hojuelas.