Según el Consorcio de Turismo, las setas venenosas de la Encarnación son la sexta atracción turística de Sevilla tras el Alcázar, Triana, Santa Cruz, la zona comercial y la plaza de España, aventajando a la Catedral, que ocupa el séptimo lugar. Los hechos son tozudos. Y los gustos de los seres humanos son el más tozudo de entre todos. Construyen la realidad con o sin razones, fundamento, información o conocimientos. "Yo veo las cosas tal como son" dice un lunático capitán de barco en Lord Jim, que estos días releo como si la leyera por primera vez. El hombre está metido en un negocio dudoso financiado por un viejo chocho de tan turbia reputación que, tras sobrevivir a un naufragio, se ganó el apodo de el caníbal. Pero, eso sí, ve las cosas tal como son.
Que a los turistas les interese más ese mamarracho que la Catedral es a la vez un hecho y un estudio de la calidad del turismo. Comparable a la calidad de tantos nativos hispalenses a los que las setas les parecen tan modernas y maravillosas como a sus padres y abuelos se lo pareció la destrucción de la ciudad en los años 60 y 70 para construir bloques de pisos y grandes almacenes o los multicines tonmoquetaos frente a los viejos teatros y cines isabelinos, regionalistas y racionalistas. Insisto: los hechos son tozudos y los gustos aún más.
Nada nuevo, por otra parte, que los turistas tengan el gusto que tienen. No es cuestión nueva ni solo producto de la masificación. En 1899 escribió Conrad en Lord Jim este retrato de los pocos y ricos turistas que entonces visitaban el lejano Oriente: "Acababa de llegar un vapor con pasajeros de lejanos destinos y más de la mitad del comedor estaba ocupado por gente provista de billete especial de cien libras para un viaje alrededor del mundo… Todos conversaban (…) con inteligencia tan poco receptiva para las nuevas impresiones, que pudieran compararse a los baúles que tenían arriba en sus cuartos. Irían rotulados con el nombre de tal o cual sitio por donde hubieran pasado lo mismo que su equipaje. Encontrarían en ello mucha distinción y conservarían cuidadosamente sobre las maletas los sellos como prueba documental de los hechos y único rastro permanente de los progresos de su empresa". Sustituyan los sellos en los baúles por los selfies, multipliquen por millones su número y verán lo poco que han cambiado las cosas. Además de comprender lo de las setas.
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