Veinticuatro años ya, casi un cuarto de siglo, qué barbaridad, qué de cosas han pasado desde aquella noche de enero en que el camino a casa fue calle de la Amargura para un joven matrimonio que iba al encuentro de sus pequeños, que dormían ajenos a la gran catarsis de sus vidas. Veinticuatro años ya de que nos quedásemos sin Alberto y Ascen por culpa de esa gente que ahora anda exigiendo unos derechos que ellos fueron quebrando a través de cerca de mil asesinatos. Aquella madrugada infame hizo que se le pararan los pulsos a Sevilla mientras el dios de la lluvia lloraba mansamente sobre sus calles. Y lo que no sé es qué pensará Alberto desde el más allá viendo cómo sus asesinos gobiernan en ayuntamientos, cómo sus presos están con un pie en la calle y cómo hasta pueden mover los hilos de Ajuria Enea... y de Moncloa. Veinticuatro años ya, qué horror, y para nada.
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