La ciudad y los días

carlos / colón

Memoria parcial de la tragedia

EL 8 de septiembre de 1943 Italia destituyó a Mussolini y se rindió a los aliados. Inmediatamente fue invadida por sus antiguos aliados nazis y el Gobierno fascista se refugió en la República de Saló. El 25 de agosto de 1944 se liberó París y el 4 de junio, Roma. El 28 de abril de 1945 Mussolini fue fusilado. El 30 de abril se suicidó Hitler. El 2 de mayo cayó Berlín y se rindieron las fuerzas alemanas que habían invadido Italia. El 7 de mayo lo hizo el resto del ejército alemán. Pero la guerra proseguía en el Pacífico. Derrotados los dos aliados -Hitler y Mussolini- con los que había conformado el Eje, Hirohito no se rendía. A finales de julio las naciones ganadoras reunidas en Postdam le dieron un ultimátum que fue desoído. La fanatizada cúpula militar japonesa decidió luchar hasta el último hombre. La conquista de las islas del Pacífico supondría, según los cálculos del ejército estadounidense, más de un millón de bajas. El precedente inmediato eran las 50.000 bajas y 100.000 víctimas civiles que había costado Okinawa (abril-junio de 1945).

En esta situación se tomó la trágica, controvertida e histórica decisión de lanzar una bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto. Pero aun tras esa devastación sin precedentes Japón no se rindió. El 8 de agosto la Unión Soviética lo atacó por la frontera de Manchuria. Pero no se rindió. El 9 de agosto fue lanzada una segunda bomba atómica sobre Nagasaki. Y aún el emperador Hirohito tardó una semana en difundir el mensaje de rendición del 15 de agosto porque una parte de la cúpula militar quería seguir combatiendo a pesar del lanzamiento de las dos bombas atómicas y la invasión soviética de Manchuria. Incluso dos días antes de la rendición hubo un intento de golpe de Estado organizado por los militares que no admitían la rendición. Tras ésta se produjeron innumerables suicidios de quienes consideraban la derrota una intolerable deshonra.

Estos días en los que, como todos los meses de agosto, se conmemoran las tragedias de Iroshima y Nagasaki con legítimo pesar y sinceros deseos de que no se repita un horror semejante -120.000 víctimas el 6 y el 9 de agosto, otras tantas posteriormente a causa de los devastadores efectos y el precedente del primer uso de armas atómicas- me llama la atención que las informaciones y reportajes, descontextualizando los hechos, silencien la responsabilidad del Gobierno japonés en la tragedia.

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