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Memoria del 4-D

El presidente Juanma ha vuelto a coger en fuera de juego al personal escenificando la memoria del 4-D

El verdadero motor de lo que podemos entender por un nacionalismo andaluz no fue otro que el económico. La autonomía como medio propicio para alcanzar una vida mejor es lo que movió a buena parte de la ciudadanía andaluza a echarse literalmente a las calles aquel 4 de diciembre de 1977. Este primer hito, de un carácter reivindicativo netamente de izquierdas ("libertad, amnistía y estatuto de autonomía"…) marcado además por la tragedia de un joven de diecinueve años muerto a tiros por la policía en Málaga, impulsó los potentes movimientos autonomistas que consiguieron, con elogiable determinación y alguna triquiñuela, la autonomía plena tras el referendum de 1980, con notable protagonismo del recordado Don Manuel Clavero, y su Estatuto casi inmediatamente posterior.

La victoria aplastante del Partido Socialista en 1982, siendo nuevamente Andalucía antecedente con las primeras elecciones autonómicas de Escuredo que sirvieron de aperitivo a las nacionales de Felipe, moduló esa pulsión autonomista hacia un potente entramado institucional controlado con mano férrea por los nuevos ostentadores del poder, hasta el punto de atribuirse durante muchos años los principales beneficios en forma de votos que depararon el innegable desarrollo social y económico que tuvo la región durante la década de los ochenta. A esas alturas, las reivindicaciones maximalistas de los setenta y hasta el grupo parlamentario que logró alcanzar el PSA de Alejandro Rojas-Marcos en el Congreso (¡e incluso dos diputados en el Parlament!) eran miradas con condescendiente compasión por los que ya hacía tiempo habían hecho suya la verdiblanca que cantara Carlos Cano.

Este año, en un nuevo golpe de audacia política, el presidente Juanma ha vuelto a coger en fuera de juego al personal escenificando la memoria del 4-D y la asunción de un cierto autonomismo soft que pretende ampliar su base natural de votantes al tiempo que da rienda a cierta inercia federalizante sin traspasar los límites que imponen la necesaria convergencia con los intereses generales del Partido. Algo que ya intentara sin mucho éxito Javier Arenas en la oposición, y que ahora han visto meridianamente claro desde los lujosos ventanales de San Telmo. Cosa distinta es que este inusitado andalucismo de moqueta y balcón tenga algo que ver con el rebelde y retador que se echó a las calles aquel domingo de diciembre y que, como casi todos, ha ido aburguesándose con el tiempo.

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