Con el bagaje de sólo dos triunfos en campo contrario, el Betis acude a Mendizorroza, que quiere decir el sitio del zorro y si Mendizorroza es la casa del zorro, el Alavés, aparte del Glorioso, es el equipo babazorro. El recién ascendido equipo vitoriano está cuajando una campaña mucho más que digna, sobre todo por unos campanazos como visitante que atronaron la Liga, la victoria en la Camp Nou y aquel empate en el Calderón.
Al mando de Pellegrino, el Alavés se está mostrando como un bloque bastante sólido que sabe perfectamente a qué juega. Y si nos fijamos en la cruda realidad de los números podemos comprobar que ofrece el mismo balance que este Betis. Los mismos puntos y un punto débil que bien debiera rentabilizar el equipo verdiblanco, el de su poca prestancia como local. Y ahí, en Mendizorroza, es donde el Betis se topa con el compromiso de confirmar su buena imagen reciente.
El juego y la predisposición mostradas el pasado domingo ante Athletic Club necesitan un refrendo inmediato. Es el último compromiso liguero del año y los números no están saliendo como el bético desea. Dieciocho puntos es un saldo que resulta indiscutiblemente pobre y Mendizorroza se muestra como escenario idóneo para revertir la situación y afrontar el parón navideño con el gesto menos contrito y las ganas de vivir en un muy superior estado de revista.
De la mano de Víctor, el Betis ha dado una imagen convincente a excepción de la ofrecida en Ipurúa. El cambio de dibujo ha hecho que el equipo se muestre más fiable atrás y eso impulsa la autoconfianza. Y para esta noche debe caer en blindar las bandas, esos pasillos por donde Femenía y Teo Hernández suelen hacer bastante daño. Pero es una cita idónea para despedir el año liguero con mejor ánimo y mucho más optimismo de futuro. Es en la casa del zorro, bueno ¿y qué?
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