TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Menores que van a la deriva

UN joven huérfano y violento domina psicológicamente a chicas y chicos de menos edad. A ellas para tener novias a pares, con el reclamo de un piso donde desinhibirse. A ellos con La ley de la calle. Miguel Carcaño engañaba a todos y, cual flautista de Hamelín, todos bailaban a su son. Como si fuera El Chico de la Moto de la novela de Susan E. Hinton llevada al cine por Coppola, con Mickey Rourke y Matt Dillon.

Con ser espantoso su crimen, en un rapto de ira contra Marta del Castillo, su chica deseada, igual de preocupante me parece la debilidad moral y la falta de personalidad de los chavales que se topan de bruces con el suceso. Todos para uno y todos al calabozo por encubridores. La complicidad de pandilla con el líder es un valor mucho más importante para ellos que desmarcarse del asesinato. Le tenían más miedo y apego a Miguel que a la sangre derramada, a sus familias y a las autoridades. Por falta de voluntad y sapiencia para decir que no, en esos escasos pero eternos segundos en los que uno ha de tomar una decisión drástica, se dejan arrastrar a la complicidad y el encubrimiento que va a destrozar su porvenir.

Impresionante fracaso de las redes familiares y del sistema educativo, que pasa en balde por la mente de estos jóvenes. Diez años en clase como el que oye llover. Su socialización es la endogamia callejera de girar sobre sí mismos.

¿Tan cobarde y mentirosa es la juventud, tan consentida como carente de afecto? La mayor lección que debe aprender un niño es cuándo conviene decir sí o no y por qué hay que aceptar el sí o el no del prójimo (padres, profesores, amigos). Mientras los buzos buscan un cadáver en el río, los sociólogos rastrean en los barrios el estado ruinoso del sí y del no. Y se topan con datos: más de la mitad de los escolares de Secundaria callan las agresiones entre alumnos. Mirar para otro lado. Hay que derrotar a la cobardía. Hemos pasado de la libertad sin ira a la ira sin libertad que le plante cara.

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