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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Ministro estulto, aficionados callados

La mejor defensa de la fiesta hubiera sido un esfuerzo de la Maestranza y de Pagés para ofrecer al menos un festejo

Ministro estulto,  aficionados callados.

Ministro estulto, aficionados callados.

Los taurinos se indignan por la majadería soltada por un ignorante ministro de Cultura, que dice que no puede fomentar que la gente acuda a los toros, pero sí al teatro porque es pacífico. Está claro que la designación de los ministros no es por oposición. Si alguien tenía alguna duda, puede fijarse en este pobre hombre que, por cierto, no tiene ni pajolera idea de en cuántas obras de teatro está presente la violencia. Lo peor que se puede hacer es rebatirle con argumentos su afirmación. No pierdan el tiempo. El debate actual en cualquier asunto está marcado por los pensamientos débiles y light, por los tuits, las ocurrencias y los simplismos. La mejor defensa que se puede hacer de la fiesta de los toros es acudir a la plaza, pero, ay, en Sevilla por ejemplo nos hemos pasado la temporada en blanco.

Muchos anuncios para promocionar los toros la próxima temporada, pero alguien podía haber exigido un festejo el pasado 12 de octubre. El empresario de Córdoba hizo un esfuerzo especial. ¿No podían la Real Maestranza, gran promotora de la fiesta y propietaria del coso, y la empresa Pagés haber arrimado el hombro de forma extraordinaria por la causa? No se lleven las manos a la cabeza muchos aficionados por la estulticia del ministro. Es mucho más útil centrar las energías en que simplemente haya toros como acto de libertad. No hacen falta más estrategias.

Esgrimir los empleos que genera la fiesta de forma directa e indirecta, el impacto económico, el valor cultural y otras razones equivale, en cierta manera, a renunciar al argumento principal. Supone caer en la trampa. El domingo tuvimos un festejo televisado en Canal Sur desde la plaza de Niebla. Ha hecho más por los toros este año la RTVA que una plaza de primera categoría como la de Sevilla. Así es como se defiende la fiesta. Con naturalidad, sin complejos. La crisis de este espectáculo es de tal importancia que se necesita generosidad y orillar por unos instantes la cuenta de resultados, porque lo que está en tambaleo es el propio sistema, la fiesta en sí misma. Ni la Cruz Roja quiere saber de ella más allá de la venta de almohadillas. Para eso siempre vienen bien los toros.

Es incuestionable que la majadería del ministro no ayuda, pero tengan claro los taurinos que el tal Rodríguez Uribes se irá, quedará acaso en el recuerdo amable de un lienzo colgado en alguna pared del Ministerio, pero los toros los cuentan por siglos. Madrid y Sevilla, como mínimo, no pueden estar sin abrir las plazas tanto tiempo, aunque sea de forma simbólica. Hay corridas que hacen afición y temporadas que espantan a los aficionados.

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