Continúa esta atalaya ofreciendo una visión amable de la vida, posiblemente la más amable. Despertarse cada mañana con la mar océana como horizonte tras haber esperado la noche anterior cómo la Luna aparecía ya en cuarto menguante un poco más tarde que antier, los ladridos que proceden del Congreso llegan afortunadamente atenuados. La vida transcurre por aquí de otra manera, ojalá que como siempre debiera transcurrir, por lo que la cuenta atrás que tiene como meta el retorno a la cruda realidad se hace especialmente desagradable. Y así, ajeno al mundanal y fétido ruido, pasan los días y las noches en este punto de litoral abierto y aguas tan fresquitas. Con el reloj aparcado, esta atalaya se convierte más en un ejercicio de redacción que en un foco de actualidad más o menos palpitante mientras, insisto, lo que llega del Foro se hace asaz inquietante.