MISIÓN complicada, pero no imposible para un equipo que sabe vencer dificultades y que afronta la cita sabiendo que es el penúltimo cartucho que le depara la temporada. Misión difícil porque si complicado es cualquier pleito en el coliseo de la Castellana, más lo debe ser cuando todo comienza con el viento en contra. Aquel golazo de Benzema condiciona mucho las cosas, eso es ineludible, pero el hecho de ver cómo anda de juego el Realísimo da pie a la esperanza. El domingo se comprobaba viendo al equipo de Mourinho en Pamplona que cualquier parecido con el que parecía invencible es mera coincidencia.

La forma en que el Sevilla levantaba el partido de Riazor también ayuda a estar esperanzados, pues darle la vuelta a un marcador tan desfavorable jugando en inferioridad numérica tuvo mucho mérito. Excepto Palop, lo mejor de la plantilla está a disposición de Manzano, de ese entrenador tan imprudentemente cuestionado mediante el declarado deseo de repescar a Caparrós. Ese guiño al triunfante entrenador utrerano por parte de Del Nido se antoja de efecto boomerang, a no ser que sirva de acicate para el jiennense. Esperemos que salga de esta manera y que el equipo no se resienta, que lo de esta noche es complicado, muy complicado.

Cuando el partido comience ya se sabrá que el Barça será el otro finalista y favorito indiscutible para suceder al Sevilla como campeón de Copa. El hecho de que sea el grandioso equipo catalán el presunto finalista puede añadir dificultades al estimular al Realísimo, pues derrotar al Barça en una final serviría para hacerse perdonar por una clientela que asiste a la enésima demostración de superioridad azulgrana sobre el resto, Realísimo incluido en primer lugar. Es un suceso lo de esta noche en el gran escaparate, una misión complicada, bastante complicada, pero nunca un imposible para este Sevilla que tan bien sabe sobreponerse a las dificultades.