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El prisma

javier / gómez

Misión de guerra

COMO en el hermoso cuadro de Turner, pero sin ser remolcado como el Temerario, el portaaviones Príncipe de Asturias abandonaba el miércoles la base naval de Rota rumbo a su retiro y desguace en el arsenal de El Ferrol. Si la obra maestra del pintor romántico británico simbolizaba el fin de una era y el comienzo de otra, algo similar se puede decir de la estampa del que ha sido buque insignia de la Armada española en el último cuarto de siglo dejando atrás el Golfo de Cádiz. Cerca de aquellas aguas, en Trafalgar, combatió el cañonero inglés, en una de las mayores batallas navales de la historia. Sería recordada, doscientos años después, con una serie de actos en los que participaría nuestro portaaviones. El Príncipe de Asturias se va sin haber entrado en combate, aunque formó parte del dispositivo naval de la OTAN en la primera Guerra del Golfo y en la de los Balcanes. Cuando entró en servicio, representó con orgullo la capacidad tecnológica y militar de los astilleros españoles, así como cierta intención de recuperar un papel importante en la escena internacional.

Todo eso se ha acabado. Simplemente porque no podemos pagarlo. El portaaviones se convertirá en chatarra en los próximos meses porque había que invertir unos cien millones de euros en su modernización y su mantenimiento, aún parado, cuesta cada año unos 30 millones. Su adiós será su último servicio a una España, esta vez sí, en guerra. En guerra contra la crisis, contra el déficit, contra el paro, contra la prima de riesgo, contra la quinta columna de la corrupción. Una España atrincherada que debe hacer recortes como el capitán debe elegir a los hombres que enviará a una misión suicida. Y desde luego los gastos militares deberían ser de los primeros sacrificios. Aun así, con todo el simbolismo del que queramos dotar la despedida de la inmensa nave, en materia de ahorro su inmolación será como mandar una patera contra un destructor en esta batalla de los recortes. A políticas de sanidad y prestaciones sociales, Andalucía tiene previsto destinar algo más de 10.000 millones de euros en 2013. Habría que retirar del servicio 335 Príncipes de Asturias para ahorrar esa cifra. Mantener abierto cualquiera de los 47 hospitales del Servicio Andaluz de Salud cuesta bastante más que hacer navegar un portaaviones, incluso de los nucleares. Y la mayor flota del mundo, la estadounidense, sólo tiene diez. La sanitaria, la educativa, es la Armada de la que debemos presumir, la que hace a un país, la que hay que defender a toda costa. Pero el enemigo está a las puertas. Y en algunos casos, infiltrado en casa. En la misma consejería.

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