Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Mitón de cabritilla

QUÉ malos, pérfidos, endiablados y zoquetes son los jueces que husmean en los asuntos internos del PP! Y qué poco exquisitos cuando tienen que redactar un auto de acusación, qué ordinarios. ¿Dónde queda el reproche versallesco, el rutilante eufemismo, la metáfora altiva, las lindezas y el trato delicado que merecen los reos de alcurnia, los chorizos no ya de guante blanco sino de mitón de cabritilla agamuzada y escobilla de váter de auténticas cerdas de oso blanco y funda con costuras a punto de repulgo?

Ya medio liquidado Garzón, ahora le corresponden el turno a un tal José Castro (tomemos nota del nombre por lo que pueda pasar), el juez firmante del auto de acusación contra Jaume Matas, ese "hombre serio, prudente, equilibrado, trabajador tenaz", un sujeto "muy por encima de la mediocridad que consume a la clase política española" y a quien "le albricia [sic] un sutil sentido del humor", según definición de su amigo Luis María Ansón. A ver ¿qué le albricia al juez? ¿Qué nos albricia a nosotros, míseros mortales? ¡Ay, no insistan, a nosotros nos viene grande semejante verbo, que parece un galón de seda!

A ciertos amigos del ex ministro de Medio Ambiente con Aznar les ha dolido menos el listado de cargos por corrupción que el hecho de que el juez Castro use en el auto términos como "surrealista", "kafkiano" y "disparate", vocablos a mi entender más bien contenidos en comparación con las correrías que le atribuye. Ayer el que fuera vicepresidente del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos, aprovechó el "tabernario" auto del juez para anunciar su próxima vuelta al ruedo político empujado por una "creciente marea de personas". Pero fijémonos de momento en el reproche no ya lingüístico sino de filigrana lingüística. Álvarez Cascos, en efecto, regañó al juez por utilizar "en lugar de un lenguaje judicial equilibrado" uno "totalmente tabernario". ¿Qué se le puede decir, y cómo, a un ex presidente del gobierno balear imputado por doce delitos? ¿Qué manual de estilo hay que aplicar para tratar a un presunto prevaricador? ¿Quizá llamarlo hipotético muñidor de ligeros desvaríos del poder? ¿Dúctil celestino de floridas componendas? ¿Risueño y áptero trotaconventos? ¿Qué matas de adjetivos floridos le deben albriciar los jueces a Jaume Matas cuando ponen por escrito las acusaciones?

Álvarez Cascos, tocado por esa suerte de fatalidad que rige el destino de los salvapatrias, está dispuesto a volver a la política para esclarecer cuáles son esos puntos de honor que deben respetar los jueces. A su entender, los 60 millones de sobrecoste del velódromo Palma Arena "no son nada al lado de los sobrecostes de otras obras públicas". Nada, nada.

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