Presentada que fue a bombo y platillo la gran obra de ampliación y mejora de la ciudad deportiva del Sevilla, Joaquín Caparrós, actual mandamás, lanzó una frase que hubiera adoptado para sí cualquier genio del marketing. Calificó esa obra como la adecuada para seguir fabricando campeones del mundo. Y es que de esos potreros han salido tres futbolistas que alzaron la antigua Jules Rimet hace ocho años en el Soccer City de Johannesburgo.

Precisamente, en el equipo de trabajo que ha formado el utrerano se halla uno de ellos, Carlos Marchena. El de Las Cabezas es junto a Sergio Ramos y Jesús Navas componente de un triunvirato tan especial y fue, además, el jugador que posibilitó con su traspaso al Benfica que no cortasen la luz en el Sánchez-Pizjuán. Incido en ello por la fuente de riqueza que le ha supuesto al club la inversión canterana, mucho más nutritiva para las arcas que para la sala de trofeos.

Y es que si hay algún equipo que haya rentabilizado económicamente los potreros de la carretera de Utrera, el Sevilla está ahí de forma destacada. La lista de futbolistas fundamental para sacar al Sevilla de la pobreza es larguísima. Si Marchena fue el que evitó la penuria más absoluta, Reyes significó dar el salto adelante para ir al mercado en condiciones favorables a fin de ir comprando lo que posibilitó la avalancha de títulos lograda desde cierta noche en Eindhoven.

Que sólo Jesús Navas lograse el título mundial siendo jugador del Sevilla no es óbice para considerar la ciudad deportiva que compró José Ramón Cisneros y, como le gustaba recordar, pagó Eugenio Montes como el pilar más decisivo para consolidar el club. Ahora se ha emprendido una tarea de modernización que debe servir para que esos terrenos de Montequinto sean un vivero de futbolistas que aunque no sean campeones del mundo sí permiten la expansión sevillista.