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la esquina

José Aguilar

Modos de recortar

MIENTRAS muchos españoles disfrutan del puente o de los puentes, no vaya a ser que no puedan volver a hacerlo, el gobierno Monti impone un ajuste duro que hace llorar hasta a la ministra de Trabajo que lo estaba anunciando.

No dejan de tener razón quienes despachan las lágrimas de Elsa Fornero con el argumento expeditivo de que a ministro en tiempos de crisis hay que llegar ya llorado desde casa, pero me fijo más en lo que el llanto de la ministra supone de humanización de la política. Parece el gesto sincero y espontáneo de una prestigiosa profesional de la enseñanza -catedrática de Economía Política- que, a sus 63 años, nunca había sentido la tentación de la vieja política de la ambición y ahora ha sido ganada por la política de servicio a un país que se dirigía al naufragio.

Berlusconi jamás dejó de sonreír cada vez que anunciaba planes de ajuste sucesivos que jamás ponía luego en práctica. Lo que ha cambiado con Monti es que su programa de recortes va completamente en serio. Quizás por eso la ministra de Trabajo ha roto a llorar, porque sabe que para que los mercados financieros y los vigilantes de la Unión Europea (Merkel, Sarkozy, BCE) recobren su confianza en la economía de Italia y la prima de riesgo deje de dispararse un día tras otro hace falta un programa que sea riguroso en cuanto a su contenido y creíble en cuanto a sus ejecutores. Justo lo contrario de la diarrea de falsos compromisos de Berlusconi.

Pero, lágrimas y solvencia personal aparte, la credibilidad del plan Monti -que pretende lograr un ahorro de 30.000 millones de euros- procede de su voluntad de hacer un reparto equitativo de los sacrificios. Sin obviar que el grueso del esfuerzo requerido recaerá sobre los pensionistas (congelación de las superiores a 935 euros, aumento del número de años precisos para cobrar muchas de ellas, aumento de la edad de jubilación), también es cierto que se reducirá el número de cargos políticos , se establecerán nuevas cargas impositivas sobre bienes de lujo y se reimplantará la tasa por viviendas en propiedad. Y, sobre todo, se proclama la guerra a muerte contra la evasión fiscal, un cáncer de la economía italiana, y de otras que no hace falta señalar, que merma considerablemente los ingresos públicos.

No es mala idea ésta de combinar el ahorro que castiga más a las clases sociales populares con el ingreso equilibrador que se pretende extraer de las clases que objetivamente pueden aportarlo. Una vez asumido que hay que trabajar más y mejor y recibir menos compensaciones presentes o futuras por el trabajo -otro remedio no queda-, la gente estará más dispuesta a sacrificarse si el sobreesfuerzo no recae sólo en los de siempre. Y nosotros, de puente.

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