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ESPAÑA es un país de republicanos que se han resignado a la monarquía. Portugal, en cambio, es un país de monárquicos que se han resignado a ser republicanos. Portugal tuvo reyes austeros y nada tontos, pero ahora es una república. En cambio, España debe de ser el país del mundo que ha tenido peores reyes -tuvo uno, Fernando VII, que reunió todos los vicios imaginables en un ser humano-, pero aun así, se ha resignado a ser monárquica porque jamás ha logrado funcionar en los escasos intermedios republicanos. Recordemos que durante la I República, en 1873, se sucedieron cinco presidentes en menos de dos años (salía a un presidente nuevo cada cinco meses). Y en la Segunda, que sólo duró cinco años hasta la salvaje sublevación militar, hubo dos presidentes y tres gobiernos distintos, lo que salía a un nuevo gobierno cada año y pico. Y mejor no hablamos de las huelgas generales, de las sublevaciones militares, de las revoluciones obreras, de las proclamaciones de independencia y de tantas cosas más.

Conviene reflexionar sobre todo esto en estos días de bloqueo político. Si nuestros políticos parecen incapaces de llegar a un acuerdo o de ceder en algo, ¿cómo lo haríamos para elegir a un presidente de la República que contentara a todo el mundo, es decir, a derecha e izquierda, a centralistas y a nacionalistas periféricos? No olvidemos que vivimos en un país sin sociedad civil y sin figuras independientes que hayan logrado hacerse respetar por una gran parte de la población. Y en estas condiciones, imaginar una República no augura nada bueno.

Por eso da miedo imaginar lo que podría pasar si la monarquía cayera en esa dinámica autodestructiva a la que parece haberse entregado una buena parte de nuestra clase política. Felipe VI, por fortuna, parece salir reforzado de esta situación de bloqueo político, pero hay hechos recientes que parecen anunciar lo contrario: los comentarios de la reina Letizia con un implicado en asuntos turbios; la conducta del rey Juan Carlos en los últimos años de su reinado; la vergonzosa actuación de la infanta Cristina y de Iñaki Urdangarín… Si se hunde la monarquía, convendría recordar que no somos portugueses, sino españoles -o lo que sea que seamos, porque ni siquiera eso lo tenemos claro-, así que nos va a costar mucho encontrar un régimen que pueda empezar a funcionar. Así de simple.

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