Monarquía

Justo por ser un sistema absurdo, la monarquía está obligada a actuar con inteligencia y racionalidad

No conozco a nadie que sea monárquico, pero en cambio conozco a mucha gente que prefiere la monarquía a la república. Entendámonos, estoy hablando de una monarquía como la nuestra, constitucional -es decir, con un poder meramente simbólico- y además relativamente barata, cosmopolita, seria y culta. Comprendo, por supuesto, que la monarquía es una institución anacrónica y muy poco justificable en términos de estricta racionalidad. Pero entonces pienso que Perón y Pinochet y Castro y Hitler gobernaron una república. Y también recuerdo lo que decía el lúcido Joseph Roth en su café de exiliado en París: "Si el Imperio Austro-Húngaro hubiera seguido en pie, Hitler nunca habría llegado al poder".

En España, además, hay que contar con nuestro terrible sectarismo, que hace muy difícil encontrar personalidades independientes con voluntad de gobernar para todo el país y no sólo para una facción ideológica. ¿Se imaginan a Aznar o a Pablo Iglesias de presidentes de la República? O peor aún, ¿se imaginan al líder de Vox o a unos personajes como Puigdemont o Quim Torra? Y en este sentido, lo bueno que tiene la monarquía -por anticuada que sea- es que siempre representa un contrapeso legal contra esos personajes que parecen muy dispuestos a saltarse la neutralidad institucional y a dinamitar los cimientos del Estado. Y además de esto, el monarca o la reina (en el futuro) saben que cada día tienen que ganarse el respeto del pueblo porque representan a una institución que nadie ha votado y que tiene muchos enemigos esperando ansiosos cualquier metedura de pata. Por eso mismo, los reyes están obligados a ser mucho más cuidadosos que otros políticos que se sienten autorizados por los votos a hacer lo que les dé la gana.

Si el teólogo Tertuliano decía que creía en los dogmas de la Iglesia porque todos eran absurdos, yo también creo en nuestra monarquía porque es absurda. Pero justamente por eso, el monarca está obligado a actuar con el mayor grado de inteligencia y de racionalidad. Y esto es muy importante porque nuestra clase política elegida en las urnas no anda precisamente sobrada de inteligencia ni de racionalidad. Miren a su alrededor y busquen a alguien que ahora mismo pudiera ser un buen jefe o jefa del Estado: alguien serio, independiente, austero, inteligente, moderado. No van a encontrar a nadie.

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