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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Ni Montecarlo ni un zoco cutre

El problema no es la chancla, el atuendo o el turismo tieso, sino la prostitución del centro y la masificación

La polémica del turismo de chancla es tan falsa como absurda. El problema no es el atuendo sino la masificación y sus efectos sobre las ciudades, desde los pisos turísticos y el exilio de los vecinos a la tematización de los cascos históricos. A lo que se suma la torpeza de las autoridades que, en vez de poner orden, hacen la vista gorda. Lo de las chanclas como símbolo del poder adquisitivo del turista es anécdota o tontería. ¿Se va a crear una policía de calzado y vestimenta? No es deseable ni posible. Ni tan siquiera el franquismo pudo resistirse al dinero de los turistas. El Ministerio de la Gobernación prohibió el uso de "prendas de baño indecorosas" incluso en las playas, exigiendo que los bañadores femeninos lleven falda, los masculinos cubran el pecho y fuera del agua no se vaya en traje de baño porque este "no puede consentirse más allá de su verdadero destino", evitándose así "cualquier manifestación de incorrección que pugne con la honestidad y buen gusto tradicional entre españoles". Pero el turismo impuso el bikini para las señoras y el ajustado bañador paquetón para los caballeros. Y de los pudorosos anuncios de la crema bronceadora española Visnú se pasó a la niña del Coppertone enseñando el culete porque un perrito le tiraba del bañador (espléndido anuncio creado por la dibujante de pin-ups Joyce Ballantine). Y la cosa no se limitaba a las playas. Un caluroso agosto de los años 40 un guardia reprendió a mi padre porque se había aflojado el nudo de la corbata y llevaba la chaqueta al brazo. Algo más de una década más tarde empezó el boom turístico… Y no era cosa de imponer a los visitantes ni la honestidad ni el buen gusto español.

El concejal de turismo se ha equivocado al reducir el problema turístico a las despedidas de solteros, el low cost o la chancla como símbolo del turista tieso y al afirmar que la solución no pasa por convertir a Sevilla en una Montecarlo para turistas ricos. El problema no es el atuendo sino la prostitución del centro histórico, la masificación, la peste y el griterío. En cuanto a lo de convertirnos en Mónaco, perspectiva seductora incluso si conllevara cargar con Alberto II, hay que recordar que si bien en el 92 los socialistas nos vendieron a Andalucía como la California europea y a Sevilla como la gran metrópolis del Sur de Europa, que yo sepa nadie ha propuesto que nuestra ciudad sea la Montecarlo de España.

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